«Prophets Of Rage vuelcan Viveiro en el día de Kiss»
Escrita por José Meh.
La última jornada del Resurrection Fest se antojaba peligrosa para mi hígado. La conjunción Prophets Of Rage – Kiss – Alestorm incitaba bastante a mover la muñeca en las barras del festival gallego y a eso le podemos sumar que descubrí que a los carajillos, en Viveiro, apenas les echan café (la madre que me parió, menudo zapatazo) y luego está eso de que conoces a un colega de Twitter con el que te sigues desde hace años y los calimochos se te van de las manos… pero soy un profesional de narices y me mantuve fresco como una lechuga toda la tarde-noche, no lo dudéis (no vale reírse, que os escucho desde aquí, cabrones).
Fue una jornada salvaje que empezó, algo más tarde de lo que pretendía (me perdí a Purpura, tíos… no me jodas), con el no menos salvaje concierto de los barceloneses Bellako, a los que les tenía ganas desde hacía bastantes años. Venían terminando la presentación de su último disco, Extinción, justo antes de anunciar la salida de su próximo trabajo, titulado Demonios, para finales de septiembre. Liaron un pifostio enorme en el Chaos Stage con un concierto cargado de furia, energía y todo lo necesario para que retruene el Hardcore de vieja escuela que practican. Con una banda desatada y un frontman erigiéndose como maestro de ceremonias, generaron un sin fin de hostias en las primeras filas, bajo un calor importante para ser Viveiro, desde que abrieron con Demonios, A Fallo, Pollo Radiactivo y Extinción. Su Hardcore macarra y gamberro, cargado de actitud, llenó la carpa con un sonido bastante contundente y ciertamente correcto para tratarse del escenario que peor suele sonar en el Resu. La intro, maravillosa, de El Nieto “a quinientos metros tome la tercera salida, dilate el esfínter y prepárese para la extinción” puta poesía, daba paso a más hostias con Rober dejándonos claro lo que les ha costado llegar hasta aquí a base de trabajo y sudor. El rapeo de Planta Madre y Humo, bien seguido por la gente, la caña burra de Manos Arriba, La Muerte, Infected y En Nombre de La Muerte (mi tema favorito de la banda) acabaron con el show generando más mosh pits, algún wall of death y con los músicos lanzándose sobre el público aún a riesgo de partirse la crisma (ojo al salito que hay del escenario a la zona del público). Así cerraron un encomiable show de una banda que transmite autenticidad por cada uno de sus poros, sinceros de cojones, directos a la cara y gamberros como ellos solos. Esa claridad a la hora de transmitirse hacia el público ayuda a crear una comunión banda-público que no todas son capaces de crear. Enormes Bellako.
Y esa comunión de la que hablo es un poco lo que me faltó en el siguiente show, el de los también catalanes Ósserp, de cuyo directo esperaba otra cosa que lo que vi. Salieron a presentar su último (y estratosférico) LP, Al Meu Pas S’Alça La Mort, entre mis favoritos del año pasado (en el top 3 de hecho) y sonaron realmente bien con temas como Jo No Ploro Els Màrtirs o Caça Furtiva entre otros, aunque la banda me pareció algo parada para lo esquizofrénico de su propuesta. Estáticos y con poca interacción, su buen sonido y unos temas acojonantes no fueron suficientes para acabar de ganarse al público que tenían frente al escenario. Posiblemente luzcan más en garitos pequeños frente a un público más asiduo a su propuesta que en un festival a media tarde. Una lástima, sea como fuere. Pero no había tiempo para lamentarse, en el escenario principal se preparaba para salir Tremonti, la banda liderada por el seis cuerdas de Alter Bridge. Lo cierto es que su material fuera de su banda madre no me entusiasma del todo, me pasa algo similar a cuando Myles Kennedy, por su parte, se junta con Slash para los discos en solitario del guitarra del sombrero, hay detalles majos, cosas interesantes, pero los temas no me logran enganchar. De todas formas, no todos los días puedes ver a uno de tus guitarristas favoritos en directo así que allí fuimos. Abrieron con dos temas relativamente antiguos del repertorio de la banda (antiguos contando que el debut es de 2012, pero entendéis por dónde voy) como Radical Change y la adictiva So You’re Afraid (esta sí me mola) haciéndonos esperar hasta el sexto tema para escuchar algo de su nuevo material, editado el pasado mes de junio. Ahí estuvo Throw Them To The Lions y el tema título del disco, A Dying Machine, con el que el público presente se vino arriba. La banda sonó bien y Tremonti lideraba la maquinaria con tranquilidad, sin destacar como un frontman espectacular, pero con una presencia que le es suficiente para controlar el cotarro. Tras Cauterize llegó el final del bolo con You Waste Your Time (en mala hora me metí en el circle pit, pues un fulano me metió un placaje que casi me envía a Badajoz, toy viejo pa estas mierdas) y Wish You Well, bien coreada por los allí presentes por su sencillo estribillo. Concierto algo más que correcto de Tremonti, con una escenografía nula pero buen sonido y disfrutando de la presencia y la técnica del bueno de Mark, uno de esos tipos que caen bien siempre.
En fin, otro rollo fue lo de los, sí, también catalanes, Malammar, con su mezcla de Stoner y Doom instrumental. Ya pude verlos en Palma hace cosa de un año y es una banda alucinante, capaz de generar una atmósfera con sus tres instrumentos y las caras de puto loco de su bajista realmente envolvente. Estaban haciendo un alto en la preparación de su próximo LP, el sucesor del soberbio Vendetta que, lógicamente, copó el setlist. No los tengo lo suficientemente escuchados como para distinguir sus temas (fail), de hecho en casa me los pongo poquito, pero es una banda que te vuela la puta cabeza cada vez que los ves en directo. Gran bolo dieron. Luego me tomé un respiro y me quedé en el Desert Stage para ver a los portugueses Process Of Guilt, que desplegaban su tosco Doom Metal en la presentación de su disco Black Earth. Fue extraño, el Desert hacía honor a su nombre por la poca afluencia de público (en el principal estaba arrancando el show de Prophets of Rage, cabezas de cartel del día junto a Kiss) pero los portugueses fueron capaces de generar la opresiva y dura atmósfera contenida en su música pese a varios factores en contra, como el hecho de que aún hubiera bastante luz para lo que es su show. Lograron, a través de temas como (No) Shelter, Feral Ground o Servant, las tres primeras del mencionado disco reciente, transmitir y meterte en el cuerpo el mal rollo que produce la lentitud y densidad de su sonido en lo que fue un gran bolo. Un ratito de vuelta al pasado con Faemin, del disco del mismo título, vino bien antes de pasar al final con Black Earth y Hoax, tocando así el último disco en su totalidad. El de esta banda es de esos casos en los que te dejan más ganas de verlos en su hábitat, una sala oscura con una puesta en escena más acorde a su rollo, pero salí encantado de haberlos podido ver.
Salí corriendo al Main Stage para ver la última mitad del show de Prophets Of Rage, la aleación de Rage Against The Machine, Cypress Hill y Public Enemy, que levantaban muchísima expectación entre el público joven que sigue llevando el peso del Resurrection Fest. Llegué a un lateral del Main Stage cuando Bullet In The Head y Jump Around provocaban un terremoto con los sincronizados saltos de un público que no paró de moverse. Fue todo un gustazo, por otro lado, poder ver a un monstruo como Tom Morello hacer hablar a su guitarra, cada vez situada más arriba en su cuerpo. A este paso se la acabará poniendo en la nuca, joder. Los Prophets sacaron un gran sonido al escenario y tuvieron a la gente comiendo de su mano mientras escupían más temas como Sleep Now In The Fire o Unfuck The World, que armó un pitote descomunal entre el público. Está claro que, en algún tipo de competición, Prophets Of Rage se llevarían el premio a banda que más movió al público, su música está hecha, en parte, para eso (la otra parte está para cagarse en Trump y toda su familia) y lo consigue, sobre todo frente a un público como el del Resu que demanda más este tipo de propuestas que las de unos Scorpions o Kiss. Como era de esperar, el final del show fue apoteósico con dos auténticos clasicazos de Rage Against The Machine como Bulls On Parade y, cómo no, aquel tema conocido como “la lechuga está pocha”, “tengo algo en la tocha”, “bocadillo de zorza” (este es más gallego) o “que me chupen la po***”, la mítica e impepinable Killing In the Name que, con la colaboración de Frank Carter a las voces, puso en peligro los cimientos de todo Viveiro con el público entregadísimo (me incluyo) saltando y gritando cada uno su frase con la que identifica el tema. Me río yo del Huevos Con Aceite de Twisted Sister, amigo. Al final, con un mensaje de “Make España Rage Again” en el pantallón del escenario, Prophets Of Rage se retiraron dejándole un marrón terrible a Kiss, pues el listón estaba por las putas nubes tras un show de una banda que, sin ser santo de mi devoción, demostró que el legado de Rage Against The Machine sigue más vivo que nunca con un concierto memorable.
Intenté acercarme al Desert Stage antes de la descarga de Kiss para ver a Harakiri For The Sky desplegar su poderosa propuesta musical en la presentación del gigantesco disco Arson, editado en enero de este año. Desgraciadamente, entre una cosa y la otra, solo pude ver un par de temas y apenas pude dejarme llevar por la atmósfera que genera su música. Me los quedo pendientes para otra ocasión. Pero ahora era el turno de “the hottest band in the world”, Kiss pisaban Viveiro por primera (e imagino que última) vez en un conjunto de cinco fechas exclusivas para la península Ibérica, con paradas en el Rock Fest, Madrid, Córdoba y Lisboa. Y creo que se notó el hecho de que solo vinieran para estas fechas, el show, el setlist y todo lo envolvente a su concierto fue muy de manual, sin más alardes que los que traen Kiss de serie (ojo, que no son pocos). Tras la intro de rigor con el ya clásico “You wanted the best…” abrieron con Deuce y Shout It Out Loud, con un sonido algo falto de punch y los Gene Simmons y Paul Stanley luchando contra la edad como humanamente pueden (el primero bastante mejor que el segundo). El concierto fue funcionando bien, los seguidores de la banda disfrutaban de lo lindo y, aunque se les notaba todo lo mencionado arriba, los clasicazos de la banda como I Love It Loud, Calling Dr. Love (que nunca la he soportado), God Of Thunder o Lick It Up fueron coreadas hasta por el guardia de seguridad que guardaba un Desert Stage seguramente vacío. Por supuesto, tuvimos a Gene Simmons disparando fuego en Firehouse, escupiendo sangre en su mítico solo de bajo o a Paul Stanley (de su estado de voz hablamos otro día porque madre mía… menuda fábrica de gallos) lanzándose en una tirolina por encima del público en Love Gun. La mejor pirotecnia aguardaba para los bises, cuando Cold Gin, Detroit Rock City y Rock N’ Roll All Nite prendieron fuego a Viveiro en un final apoteósico para un show justito de los de New York. No les culpo de nada, llevar el show que llevan, con toda la parafernalia y sus trajes a sus edades tiene un mérito brutal y uno siempre agradece poder ver a la banda más caliente del mundo, aunque cada vez apunte más a una parodia de sí misma. Concierto correcto y ya.
Para cerrar mi Resu particular, sin fuerzas ni para plantearme ver a Exodus o Eyehategod, me vine arribísima en el arranque del show de los piratas escoceses Alestorm. Con un pato de goma gigante como decoración a su escenario (JEFAZOS), hicieron saltar a todo el mundo con temas como Keelhauled, Alestorm, Mexico o The Sunk’n Norwegian, sonando… juraría que bien… (esta parte ya está muy borrosa, amigos) y con la gente sentándose en el suelo a remar con cortes como No Grave But The Sea. Es innegable que Alestorm son la banda más indicada para cerrar un festival con la fiesta que crean con sus etílicos temas, que te incitan continuamente a volver a la barra a recargar el vaso. Con Drink y Fucked With An Anchor cerraron su show, y con ello di por cerrado un nuevo capítulo del Resurrection Fest, el decimotercero de su historia y el cuarto consecutivo para un servidor.
Aún con sus errorcetes, sigue siendo uno de los festivales referencia del país, posiblemente el mejor que tenemos si empezamos a sumar detalles. Cuidan bastante al público, el entorno es espectacular (estoy profundamente enamorado de Viveiro y sus gentes), puestos de comida variados, zona de acampada bien acondicionada y el recinto es de los más cómodos que hay, sin largas colas en las barras y con unos precios, para lo que es un festival, ciertamente llevaderos. Yo, una vez más, salí encantado y me lo guardo como la vez que más he disfrutado de estar allí, pero por cosas que no entran en la crónica. Ya tengo ganas de que empiecen a surgir noticias para poder asegurarme mi presencia en la próxima edición. Nos Venom el año que viene, Resurrection Fest.