«Baño de masas para Ghost y Stone Sour en Viveiro»

Crónica escrita por José Meh

El segundo día del Resu no daba para tomárselo a broma, colegas. En mis cálculos iniciales tenía conciertos desde las 14:30 hasta las 3:00 prácticamente sin tiempo de pararme a cenar. Cuando eres un puto enfermo de esto que te mola desde lo más melódico hasta lo más bruto, pasando por el progresivo, el Doom, el Black y lo que te echen, es un problema terrible porque te pasas todo el día dudando de si ver a Mars Red Sky (Stoner psicodélico) o unos At The Gates (Melodeath) que llevaban muchísimos años esquivándome mientras pasas horas corriendo desde el Desert Stage a cualquiera de los dos principales y de allí al Chaos y luego vuelve a correr para el otro lado y aaaaaargh.

Así, con la zorza y los chipirones aún deslizándose por mi esófago, crucé la recta que separa el recinto del núcleo de Viveiro a la velocidad que me permitía el cuerpo (no meto un sprint desde el año 97 más o menos) para ver a los valencianos Noah Histeria, autores de uno de mis discos favoritos de 2017 como es Hautefaye, desplegar su personal propuesta de Rock y Metal progresivo, etiqueta que sirve de comodín para satisfacer mínimamente la necesidad de clasificar a esta inclasificable banda que juega con el Metal casi extremo, el Rock melódico, el pop, el jazz y lo que les dé la gana. Me las daba de melómano en el primer párrafo y estos tíos ya me han dejado mal. Con un horario algo escueto para su grandilocuente propuesta, Noah Histeria abrieron rápidamente con las dos partes de 43 días, alargándose a once minutos de un despliegue de técnica y precisión brutal por parte de todos sus componentes. Tienen esa capacidad, que tanto admiro, de transmitir de forma clara y visceral su pasión y dedicación por su música, se les notaba en la mirada de una banda que entró en trance desde el momento en que subió a las tablas hasta que se bajó, sobre todo en el lenguaje corporal de Juan, su frontman, cada vez más cómodo al ver que el Desert Stage presentaba una entrada bastante correcta para la hora que era. Djemil, seguido de el tema título de Hautefaye y El Coloso, su tema más metalero, cerraron por todo lo alto una actuación demasiado corta pero que me sirvió para, de momento, saciar ligeramente mis imperiosas ganas de verlos. Aunque claro, siendo un concierto tan corto y con el sol en la cara, ahora tengo más ansia por verlos bien…

Pero no había tiempo para nada, ni para ir al baño, ni para acercarse a la barra a por una cerveza, porque Bloodhunter, a los que les ha costado la vida encontrar una formación estable pero parece que ya lo han conseguido, salían a partir cuellos en plena presentación de The End Of Faith, su último y notable álbum de estudio. Con un sonido bastante bueno, llegué justo cuando terminaban Eyes Wide Open, uno de mis temas favoritos de la banda. Había bastante peña frente al escenario para ser la hora de la siesta, pero es que Bloodhunter jugaban en casa y eso se nota. Siguieron con su setlist, bien repartido entre sus dos discos, como Embrace The Dark Light o The Queen Beast, con Diva Satánica llenando el escenario con bastante carisma y una banda bien cohesionada mientras en la parte de abajo se empezaban a atisbar tímidos circle pits que se irían haciendo cada vez más grandes. All These Souls Shall Serve (mi tema favorito del último trabajo de la banda) atronó de lo lindo, yo me dejaba el cuello en la primera fila y Bloodhunter pateaban traseros antes de cerrar su también corto show con Bring Me Horror. Fue una forma inmejorable de empezar el día entre la suavidad técnica de Noah Histeria y la cera burra de Bloodhunter, dos auténticos bolazos de parte de dos de las bandas con mayor potencial de este país.

Otra banda con un enorme potencial pero que desgraciadamente se nos despedía era Dawn Of The Maya, habitual en el Resurrection Fest con su propuesta de Metalcore canónico. Ellos, en su último concierto, eran los encargados de abrir el monstruoso Main Stage que, al menos durante prácticamente todo el primer día, no acabó de sonar como prometían sus exorbitantes dimensiones. Precisamente ese fue el problema de Dawn Of The Maya, que se dejaron la piel y contaron con colaboraciones como la de Diego, voz de Teksuo. El sonido venía algo embolado y el ligero viento que soplaba lo hacía bailar de lado a lado, cosa que tampoco ayudaba. A pesar de ello, los pamploneses estuvieron pletóricos en cuanto a energía y el público les respondió como demandaba la ocasión, dieron un buen repaso a su carrera y cerraron con Old Statues, su tema más conocido. No tengo dudas de que la escena los echará de menos. Ahora tenía un rato hasta el siguiente concierto de mi interés, cosa que aproveché para acercarme al Chaos Stage donde estaban los canadienses Get The Shot, banda que me llamó bastante la atención cuando me saltó algún tema en la playlist oficial (insisto en que es imprescindible, descubres medio cartel con eso). Con un Hardcore de manual, sin inventar la rueda ni muchísimo menos, repartieron buena cera, con unos músicos hiperactivos y un caos esquizofrénico en las primeras filas (imagino que de ahí el cambio de nombre entre escenarios, desde luego Chaos pega más en la carpa). Presentando su último disco, Infinite Punishment, dieron un concierto realmente intenso, con un sonido mejorable pero armando un auténtico fiestón, demostrando ser ese tipo de bandas que siempre triunfan en este festival.

Doliéndome en el alma perderme a los ucranianos Jinjer (vista la proyección que llevan estoy seguro de que tendré más ocasiones de disfrutarlos) me dirigí al Desert Stage a por una de mis debilidades favoritas, los madrileños Aathma. Desde que los descubrí con su último discazo Avesta me he convertido en incondicional de su denso y oscuro sonido que mezcla el Stoner, el Sludge y el Doom, llevándolos a unos terrenos arenosos que atrapan a cualquiera. Prácticamente estrenando bajista con la entrada de Chamani (Don Skull) y con tres velas de incienso como única decoración (que a la luz del día pierde bastante, la verdad), coparon su setlist con los temas del mencionado trabajo reciente, abriendo con Mah y Mithra en un arranque de alto nivel y con un encomiable despliegue de riffacos y energía. Los mismos temas del disco, en el mismo orden salvo Ken Za, que no entró por falta de tiempo, fueron los que siguieron cayendo, Atash y Hvare atronaron de lo lindo en un Desert Stage que, en general, sonó bastante bien antes de que se despidieran con la larga y doomera Avan, un corte de doce minutos bastante denso, con muchos pasajes y que sirvió para dar cierre a otro gran concierto de la banda, a la que ya vi hace dos meses en la Wurlitzer de Madrid y me dejó ojiplático. Aathma son una de esas joyas escondidas de nuestro Metal, con un material de estudio brillante, unas ideas clarísimas y un directo soberbio, hacedles caso incluso aunque el stoner/doom no sea lo vuestro, en serio.

Y tira corriendo para el Main Stage, donde volvía a encontrarme con el abuelo Bobby «Blitz», D.D Verni y sus Overkill. Con un sonido espantoso desde nuestra posición pero demostrando que eso de tocar en directo y ganarse al público lo llevan en la sangre, repartieron su setlist entre discos actuales y antiguos de la banda, abriendo con Mean, Green, Killing Machine y siguiendo con la mítica Rotten To The Core o ese temarral reciente que es Electric Rattlesnake. Todo transcurría bajo una sola regla, según dijo en castellano el bueno de Bobby: «¡Aquí yo soy el jefe!». Siempre simpático y carismático, sin dejar de salir del escenario durante las partes instrumentales para volver a entrar corriendo, vociferó los temas Hello From The Gutter, la hímnica In Union We Stand o Ironbound, antes de que Elimination dejara paso a los covers de Sonic Reducer (de los Dead Boys) y el ya suyo Fuck You de los Subhumans. No fue el concierto de sus vidas, posiblemente el aberrante sonido que llegaba a nuestra zona (al lado de la torre de sonido, que manda cojones) le quitó muchísimos puntos a la, por otra parte, digna actuación de una de las bandas que más respeto me generan de la escena Thrash. A continuación aproveché el parón de conciertos (solo tocaban Crystal Lake en la carpa) por la tradicional misa por los náufragos de Celeiro (nos tratan tan jodidamente bien en el pueblo que qué menos que respetarlo, ¿no?) y el inicio de la actuación de Anti-Flag en el main para reponer fuerzas con algo de cena (la variedad de los puestos de comida del Resu es algo que siempre se puede elogiar) mientras veía, a lo lejos y de tranquis, el pitote que tenían montado estos últimos con una fiestera actuación. Con temas imprescindibles como The Press Corpse, Fuck Police Brutality, This Is The End (For You My Friend), o Die For The Government, reventaron el garito en una marabunta de pogos y saltos. Mientras me terminaba la ración de noodles lamentaba no haberlos visto más de cerca, oye.

En el Ritual Stage tocaba la primera dosis de Thomas Lindberg, Jonas Stålhammar y Adrian Erlandsson de la noche, los tres miembros de At The Gates que también forman The Lurking Fear, un proyecto que recupera, de alguna forma, los sonidos ‘old school’ de los inicios de su banda madre. Y solo los menciono a ellos tres porque solo tocaron ellos tres, con la ausencia de su bajista y del otro guitarrista, dejando el show bastante cojo. Aún así el frontman sueco, con su imprescindible gorra que le da un aspecto algo rancio, derrochó carisma y simpatía (también puede haber de eso en el Death Metal, colegas) incluso cuando el batería reventó el parche del bombo y tuvieron que sustituirlo. No fue el mejor concierto de sus vidas, desde luego, aunque se sobrepusieron mínimamente a las adversidades y cerraron su set de ‘old school Death Metal’ con cierta dignidad. No los vi acabar, pues teníamos en nuestras manos la ocasión de ver a los Stone Sour de Corey Taylor en lo que algunos esperan que sea el presagio de una futura visita de Slipknot a Viveiro. De momento valió aquello de, a falta de pan, bueno es Stone Sour. El show me pareció algo descafeinado, con un sonido algo apagado y que se sostenía alrededor de la capacidad de Corey Taylor de liderar el cotarro como el enorme frontman que es. Repartieron el setlist entre toda su discografía, dando cierto protagonismo, lógicamente, a Hydrograd, su último trabajo. Abrieron con Whiplash Pants, Absolute Zero y Knievel Has Landed antes de que Taylor saludase efusivamente al público. El concierto avanzó bien, con un buen juego de luces, momentos de tímida pirotecnia y un público muy entregado, sobre todo a los temas de los dos primeros y el último trabajo. 30/30-150 atronó bien y Bother brindó el momento de intimidad con Taylor solo, guitarra en mano y móviles ejerciendo de mecheros con sus linternas.

Siguieron cayendo buenos temas como Cold Reader o Get Inside, cuyo riffazo inicial siempre me flipó pero lo flojo de su sonido, sobre todo en ese tema que llevaba años ansiando ver en directo, me hizo irme al Desert Stage, donde se venía una enorme paliza sónica de parte de los americanos Wolves In The Throne Room, con la propuesta más cercana al Black Metal de todo el festival. Con un escenario oscuro y adornado con cierto misticismo, repartieron cinco temas en su setlist de una hora, dando especial atención a Thrice Woven, su reciente disco de estudio. El sonido era atronador, casi ensordecedor y no apto para quien no sea acérrimo a este tipo de propuestas (mis colegas que salían de Stone Sour me lo dejaron clarinete) pero me lo disfruté bastante, claro que preferiría verlos en una sala acorde a su rollo más que en un festival. Pasa que, tras ese palizón de sonido uno pedía estribilletes, algo sencillón… y justo se venía Ghost, así que cagando leches otra vez pal Main, que esta vez sí sonó ciertamente bien. Los suecos, de cuya trayectoria ya hablé en la reseña de Prequelle y no me repetiré, encabezaban el Resurrection Fest cinco años después de su última visita a un festival español, que fue en aquel Sonisphere 2013 donde no eran ni la sombra de lo que son ahora. Es brutal el cambio de verlos con una máscara cuya pintura se borraba por el sudor de Tobias Forge mientras mirábamos el reloj a ver cuánto faltaba para que saliera Iron Maiden a la puesta en escena gigantesca que trajeron al Resu. Con un fondo emulando las cristaleras de una iglesia embrujada, abrieron con fuerza con Rats, el gran single de su último disco y el carisma del Cardinal Copia llenaba el recinto sin despeinarse. Absolution, que pasó sin pena ni gloria, dejaba paso a una tripleta enorme, con Ritual, From The Pinnacle To The Pit y Faith, que desgastaron bastante las gargantas de los fieles de los suecos (me incluyo). El show avanzaba de forma austera y sin grandes alardes hasta que llegó la instrumental Miasma, en la que el Papa Zero (que también es Tobias, claro) salió de la humareda saxofón en mano para el apoteósico final del tema.

Mientras Tobias volvía a vestirse de Cardinal Copia hubo unos segundos de silencio hasta que la intro de Year Zero, recitando los nombres de los diferentes demonios, desató el jodido infierno. Luces rojas, llamaradas que cubrían todo el Main y una burrada de gente cantando el «Hail Satan!» convirtieron el recinto del Resurrection Fest en una parodia de misa satánica (a ver si os váis a creer que estos personajetes sacrifican cabras o algo) y regalaron un show mucho más visual de lo que estábamos viendo hasta el momento. La popera He Is, muy coreada por el respetable, y la prescindible Mummy Dust dejaban paso a los bailoteos lamentables de un servidor con la ochentera Dance Macabre y mi favorita de la banda, Square Hammer, que me dejó casi sin voz. Para el final quedaba despedirnos con Monstrance Clock y su coro final que cerraba un enorme concierto de Ghost, que con un sonido mucho más Heavy del que presentan en estudio, unos Nameless Ghouls que cada vez son mejores músicos y un show muy visual, demostraron estar a años luz de esa bandita que vi en 2012 y 2013. Ahora son un auténtico tótem del Rock mundial y en el Resurrection se doctoraron como tales. Puedes amarlos o puedes odiarlos, pero amigo, me da que puedes hacerte a la idea de que te vas a comer a Ghost en lo alto de los carteles durante muchos años…

Para finalizar me quedaba la duda que comento al principio, Mars Red Sky y At The Gates protagonizaban el solape más doloroso del festival para un servidor. Al final me decidí por los suecos porque a esa hora el cuerpo me pedía una buena dosis de tralla directa. Aparte, joder, hace años que quiero verlos y nunca he tenido ocasión… así que a por ellos. Y menos mal, joder, concierto apoteósico, el mejor de la jornada y de los mejores del festival. Atronando como pocos (sonido de menos a más, habitual en festivales), metiendo cera con temas de su último trabajo como el corte que le da título, To Drink From The Night Itself, A Stare Bound In Stone (cómo sonó esta, madre del amor hermoso) o The Chasm, junto con temas anteriores como At War With Reality o Death And The Labyrinth y, por supuesto, momentos para su seminal Slaughter Of The Soul con Nausea, el tema título, Under A Serpent Sun o una asombrosa Blinded By Fear, At The Gates dieron una auténtica salvajada de concierto que acabó con el poco césped que quedaba frente al Ritual Stage. Tras el coitus interruptus que fue el show de The Lurking Fear, los seguidores de los suecos pudimos desquitarnos con su banda madre y nos fuimos a la cama con un inmejorable sabor de boca.

Y así cerramos el último día, viendo un par de cortes de Abaixo Cu Sistema, banda portuguesa de tributo a System Of A Down mientras suplicaba a mis colegas que nos largásemos, que pocas ganas tenía yo de ver un tributo y encima a una banda que ni me va ni me viene. Fue una gran jornada, donde At The Gates aplastaron las cabezas que dejaron enteras unos Ghost cada vez más inevitablemente grandes. La propuesta nacional, encabezada en mi caso por Aathma, Noah Histeria o Bloodhunter rindió a un nivel envidiable y lo único que tuvo que envidiar a los tótems de fuera fue el horario de actuación. Ahora tocaba descansar de nuevo, estábamos a mitad de festival y aún quedaban muchas emociones por vivir.

Las fotos buenas son cedidas por la organización del Resurrection Fest. Las lamentables son mías.

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