“Cañonazos eternos, saludos al Rock que nunca muere”

Hard Rock – Australia/Gran Bretaña

Escrita por Crom

Cuando AC/DC publicó su octavo álbum, For Those About to Rock (We Salute You), el 23 de noviembre de 1981, la presión no podía ser más alta. Back in Black (1980) había sido un fenómeno colosal (se estima que superó los 50 millones de copias vendidas), un triunfo dedicado a Bon Scott tras su trágica muerte. Ahora, apenas un año después, la banda debía demostrar que aquel éxito no fue casualidad. Y vaya si lo hicieron: For Those About to Rock… se convirtió en su primer disco en alcanzar el número 1 en Estados Unidos, manteniéndose tres semanas en la cima y consolidando el ascenso de AC/DC a la élite del rock masivo. Los australianos (con sangre británica) demostraban que seguían saludando a sus fanáticos con el cañón cargado.

AC/DC venía de sobrevivir a la adversidad y conquistar el mundo con nuevo frontman, Brian Johnson. En esta continuación, todos los ojos estaban puestos en ellos. Para la producción, repitieron jugada con Robert John “Mutt” Lange, el mismo arquitecto sonoro de Highway to Hell y Back in Black. La grabación tuvo lugar en París durante el verano de 1981. Inicialmente trabajaron en los estudios EMI Pathé-Marconi, pero insatisfechos con el sonido decidieron mudarse a un almacén a las afueras de la ciudad, montando allí el estudio móvil “Mobile One”. Fueron meses intensos: la banda llegó muy preparada al estudio, pero Lange, perfeccionista empedernido, los hizo repetir tomas hasta la extenuación buscando superar el listón de Back in Black. Aquello alargó el proceso más de lo esperado –entre parones para tocar en Monsters of Rock y cambios de estudio– y minó un poco la moral del grupo. “¡Cristo, tardamos una eternidad en hacer ese disco y se nota!”, admitiría años después el propio Malcolm Young, lamentando que el resultado quedó algo fragmentado. De hecho, For Those About to Rock sería el último trabajo de AC/DC con Mutt Lange en los controles, ya que tras esta experiencia optarían por un enfoque más crudo y autoproducido en el siguiente álbum.

Aun con esas dificultades, el disco destila la esencia de AC/DC por todos sus costados. La portada misma lo proclama: un imponente cañón de doce libras del siglo XIX, en relieve dorado, sobre fondo marrón apagado. Esa imagen icónica simboliza la artillería sonora que contiene. Desde entonces, los cañones pasaron a ser parte del arsenal en vivo de la banda, tronando en cada concierto para el clímax del tema título. (Como detalle curioso, las primeras ediciones en vinilo incluyeron de regalo un llavero con forma de cañón, todo un guiño coleccionista). AC/DC nos estaba diciendo que venían armados y listos para dar guerra a golpe de riff.

Musicalmente, For Those About to Rock (We Salute You) continúa la senda de su predecesor: hard rock directo, potente y sin florituras. Angus Young y Malcolm Young nos entregan riffs contundentes como puños, con ese tono afilado marca de la casa, mientras la base rítmica de Cliff Williams (bajo) y Phil Rudd (batería) suena tan sólida como una pared de amplificadores. Por su parte, Brian Johnson se deja la voz en cada frase, ese característico timbre áspero y chillón que algunos describieron entonces “como un felino en celo”. Si Bon Scott era picardía callejera, Brian es pura garganta de acero; aquí confirma que su entrega en Back in Black no fue casualidad y que puede rugir con la misma fiereza en un segundo asalto.

El álbum abre fuego con la majestuosa “For Those About to Rock (We Salute You)”, una canción convertida en himno eterno. Arranca con un punteo lento y solemne de Angus, casi un toque de atención marcial, pronto acompañado por los acordes rítmicos de Malcolm y unos redobles contenidos de Phil. La tensión crece hasta que irrumpe Brian Johnson, que empieza contándonos –en metáfora bélica– la misión de la banda: “stand up and be counted, for what you are about to receive”. Su voz suena rasgada pero melodiosa, como calentando motores antes de la batalla. En cada estribillo, el grupo entero corea “we salute you”, declarando su respeto al público como auténticos artilleros del rock. La letra misma rinde tributo a los fans y al poder del rock and roll, con imágenes bélicas muy logradas: “Pick up your balls and load up your cannon / For a twenty-one gun salute” – es decir, “preparad los cañones para una salva de veintiún disparos” – invitando a unirse a esta ceremonia de estruendos. Musicalmente el tema avanza a medio tiempo, pesado y épico, sostenido por un riff sencillo pero gigantesco. Hacia la mitad, Angus desliza un solo de guitarra emocionante, ascendente, de esos que ponen los pelos de punta por su feeling más que por su complejidad. Tras ese solo, Brian lanza el grito de guerra final: “For those about to rock… fire!”, y entonces ¡BOOM! estallan los cañonazos uno tras otro, retumbando sobre el riff hasta el final. Es un clímax apoteósico. Pocos cierres de canción en la historia son tan emotivos y potentes: uno casi puede imaginar los cañones escupiendo fuego sobre el escenario, el público coreando con el puño en alto y la tierra temblando. No es de extrañar que, desde 1981, AC/DC cierre prácticamente todos sus conciertos con este tema, haciendo literalmente saludo de cañón a sus seguidores. ¡Un final de álbum no, de concierto, por todo lo alto!

Después de semejante descarga inicial, “Put the Finger on You” abre el resto del repertorio con un tono más pícaro y rockero. Es un medio tiempo con un groove marcado y sensual: Angus introduce de nuevo con un punteo juguetón (haciendo fingerpicking en la SG, un detalle poco usual en él) y enseguida entran la batería y la voz. Brian canta con actitud chulesca sobre “poner el dedo sobre ti”, en una letra de doble sentido claramente sexual. La base rítmica aquí va como un tren: Phil Rudd mantiene un ritmo sencillo pero infeccioso, y Cliff y Malcolm se suman marcando el compás para que Brian se luzca. Los coros en el estribillo –“I put the finger on you, yeah”– son pegajosos, con los Young y Cliff apoyando las frases del cantante. Hacia el final Angus suelta un solo breve pero efectivo, y el tema cierra con energía. “Put the Finger on You” quizás no tenga la misma fama que otras, pero suena a AC/DC 100%: gamberra, riffera y con ese punto de picardía de bar de carretera. Fun fact: fue tocada en directo solo esporádicamente en la gira del 81-82, y luego cayó del setlist; aun así, queda como una joya escondida con mucha personalidad dentro del álbum.

Le sigue “Let’s Get It Up”, uno de los sencillos del disco y otro ejercicio de rock desenfadado. Aquí aceleran el pulso apenas un poco, entregando un boogie hardrockero muy en la línea clásica de AC/DC. El título y el estribillo no dejan mucho a la imaginación –“vamos a levantarlo”– y efectivamente las letras juegan con la doble lectura sexual (ese humor pícaro tan propio de la banda). Musicalmente, destaca el tremendo trabajo de Phil Rudd: su batería lleva la canción con un ritmo firme de cuatro por cuatro, sencillo pero imparable, recordando por momentos al groove de “You Shook Me All Night Long” (de hecho, el patrón inicial es primo hermano de aquel clásico). Angus y Malcolm tejen un riff rítmico constante, sin grandes variaciones, mientras Brian canta uno de sus registros más melódicos en las estrofas. El coro “Let’s get it up!” entra fácil a la primera escucha, apoyado de nuevo por los coros de la banda. Y, cómo no, Angus se marca un solo extenso y vibrante hacia la mitad, demostrando que a veces unas cuantas notas bien estiradas bastan para hacer vibrar al oyente. “Let’s Get It Up” es pegadiza y fiestera; no asombra que alcanzara el Top 20 en las listas británicas en su día, poniendo a media Europa a cabecear. Fue un fijo en los conciertos durante la gira del 82, con la banda disfrutando de su frescura en vivo.

El cuarto corte, “Inject the Venom”, aporta un cariz más oscuro y agresivo. Aquí AC/DC saca colmillos: la canción arranca con cinco acordes duros como un puñetazo, seguidos de un silencio tenso… y otra ráfaga de los mismos acordes. Es un comienzo dramático. Luego Brian aparece cantando a capella un par de líneas amenazantes (“No mercy for the bad if they want it / No mercy for the bad if they pleaad”), y la banda responde de nuevo con el riff cortante. Tras ese toma y daca inicial, el tema explota en un medio tiempo pesado, denso, donde el bajo y la guitarra rítmica suenan al unísono marcando un groove casi ominoso. La voz de Brian aquí es más rasgada y dominante que nunca, lanzando frases como latigazos. El estribillo “Inject the venom, let it stick ’em” es simple pero efectivo, con Brian, Malcolm y Cliff gritando al unísono. Angus intercala licks de guitarra que imitan la melodía vocal, y en la parte instrumental extiende un solo retorcido, casi reproduciendo el siseo de una serpiente con sus cuerdas. De hecho, Brian Johnson comentó en entrevistas que la idea de “inyectar el veneno” le recordaba al último ataque de una serpiente acorralada, y ciertamente la atmósfera de la canción transmite esa sensación: es un zarpazo de venganza hecho rock. Algunos fans han interpretado la letra como una metáfora de la heroína o de la venganza fría; en todo caso, la rabia contenida es palpable. “Inject the Venom” añade variedad al disco con su toque más heavy y malvado. Fue tocada en directo solo al inicio de la gira del 81, quizá por su tono más sombrío, pero en estudio queda como uno de los momentos más tensos y contundentes del álbum.

Cierra la cara A “Snowballed”, y lo hace a todo gas. Aquí AC/DC mete una marcha más: es un tema rápido, casi frenético para sus estándares. Tras un conteo apenas marcado, Angus arranca con un riff veloz y agudo, al que de inmediato se suma Phil con un beat acelerado. Brian entra disparado, cantando con urgencia sobre verse “arrollado como bola de nieve” – expresión anglosajona para indicar que te han engañado o te han pasado por encima. La letra describe situaciones en las que el protagonista paga caro por confiar en la gente equivocada, un toque sarcástico muy en línea con el estilo de Bon Scott (de hecho, es fácil imaginar a Bon cantando esta historia de buscar trabajo y ser estafado, etc.). Musicalmente, “Snowballed” es un torbellino: AC/DC demuestra que también sabía pisar el acelerador cuando quería. Los coros en el estribillo aportan un quiebro rítmico interesante –bajan el tempo por un instante mientras cantan “Snowballed, snowballed”– antes de volver al frenesí. Angus se luce con un solo lleno de feeling bluesero pero ejecutado a la velocidad del rayo, incluyendo bending y pull-offs que chillan sobre la base rítmica. Hacia el final, Brian repite el título “snowballed” con tono burlón, acompañado por los coros, hasta que el tema se apaga súbitamente tras un último golpe de plato. Es un final brillante para la primera mitad: breve, directo y efectivo. “Snowballed” es de esas canciones que uno pensaría que habrían hecho estragos en vivo por su energía, pero curiosamente nunca llegó a interpretarse en concierto. Aún así, en el álbum funciona como un chute de adrenalina puro, recordándonos que AC/DC también podía ser vertiginoso cuando la ocasión lo pedía.

Abrimos la cara B y nos topamos con “Evil Walks”, otro de los puntos álgidos del disco. Un redoble sombrío de Phil Rudd, acompañado al unísono por un riff grave de Malcolm y el bajo de Cliff, nos introduce en una atmósfera siniestra. Angus dibuja unos arpegios menores que añaden tensión, hasta que de pronto todo desemboca en un ritmo más movido y rockero. Brian aparece para contarnos la historia de una mujer fatídica, una especie de “viuda negra” seductora y perversa a la que describe en términos diabólicos: “evil walks behind you, evil sleeps beside you”. La melodía vocal aquí es pegadiza a la par que oscura, mostrando un equilibrio genial entre la crudeza y la musicalidad. El estribillo tiene gancho, con los coros de Malcolm y Cliff repitiendo “evil walks” mientras Brian advierte “watch out, the evil walks tonight”. Destaca especialmente el trabajo de la sección rítmica: Cliff Williams mete líneas de bajo muy marcadas que dan profundidad, y Phil mantiene un groove sólido, dándole ese sabor pesado que la canción requiere. Angus, por supuesto, también se luce: su solo en “Evil Walks” es breve pero lleno de notas sostenidas que aumentan la sensación dramática, antes de volver al riff principal. Este tema muestra el lado más tenebroso de AC/DC, acercándose por momentos al heavy metal clásico en temática, pero sin perder su esencia rockera de raíz blues. Pese a su calidad, “Evil Walks” tampoco fue tocada en vivo en su época, aunque décadas más tarde encontraría nueva vida al ser incluida en la banda sonora de Iron Man 2 (2010), presentando a una nueva generación ese riff siniestro de los Young. Una gema oscura y subvalorada del repertorio acedeciano.

Sin pausa, la banda sigue con “C.O.D.”, título que descubrimos significa “Care of the Devil” (cortesía del propio estribillo: “C-O-D, Care of the Devil”). Aquí volvemos a terreno más rockero y desvergonzado. Tras un grito de Brian, Angus suelta un riff cortante acompañado por una batería que recuerda muchísimo al patrón de “You Shook Me All Night Long”: Phil Rudd marca un compás tumpá-tum-tá clásico que inmediatamente incita a mover la cabeza. Brian canta sobre un tipo de mala vida que parece haber contraído un “trato con el diablo”, en una interpretación posible como una enfermedad venérea transmitida (“It’s a hurtin’ time, a hurtin’ time” entona, sugiriendo consecuencias dolorosas). Las letras de Brian Johnson en este disco muestran su estilo callejero: no son las metáforas de Bon Scott, pero tienen su gracia ruda. Musicalmente, “C.O.D.” es AC/DC en piloto automático (en el buen sentido): riff pegajoso, ritmo vacilón y mucho sabor blues-rock. El puente tiene un momento genial donde las guitarras bajan la intensidad y Brian casi susurra antes de volver a arrancar con fuerza. Angus entrega aquí no uno sino dos solos: uno central, más melódico siguiendo la línea vocal, y otro hacia el final donde se desata con sus típicos ligados rápidos, poniendo la guinda al tema. Quizá “C.O.D.” no destaque por originalidad dentro del álbum, pero es una pista sólida que mantiene la energía arriba. Se tocó brevemente en directo en 1982, luego cayó en el olvido, pero en estudio cumple con crecer su labor de rock and roll macarra sin complicaciones.

Ya acercándonos al final, “Breaking the Rules” aporta un matiz diferente. Empieza con un redoble conjunto de toda la banda –un par de acordes en bloque que suenan a declaración de intenciones– seguido de un alarido de Brian y un solo blusero de Angus que, por un instante, nos transporta a un bar sureño lleno de humo. Efectivamente, este tema tiene un aire más blues-rock que los demás: tras ese intro, Brian entra cantando con un tono un poco más relajado (dentro de lo que cabe en él), casi narrativo, sobre un ritmo lento y cadencioso. Habla de un chico joven harto de las imposiciones del sistema que decide “romper las reglas”. Sin embargo –y aquí está lo curioso– la letra no incita a ninguna revolución violenta, más bien refleja el deseo de libertad individual sin meterse en líos mayores. Es decir, AC/DC coquetea con una temática casi social, algo inusual en ellos. La música acompaña con un groove que se mueve entre balada pesada y mid-tempo marchoso. Angus utiliza de nuevo su técnica de fingerpicking en algunos fraseos, dando un color especial en las estrofas. El estribillo es sencillo, casi susurrado: “breaking the rules” repite Brian mientras las guitarras siguen un riff pentatónico muy marcado. Tras el segundo estribillo, Angus toma el protagonismo con un solo muy sentido, no tan veloz sino lleno de notas dobladas que lloran sobre la base; es casi más un segundo puente instrumental que un solo típico, ya que va a la par de la melodía vocal. La canción se va desvaneciendo en un fade-out lento, con Brian repitiendo la idea de romper reglas mientras Angus sigue punteando. “Breaking the Rules” tiene un tono agridulce y muestra a AC/DC explorando su faceta más melódica. No sorprende que nunca la tocaran en vivo, al ser menos inmediata que otros trallazos, pero le añade dinamismo al disco y permite a Brian mostrar un matiz más contenido en su voz. Un tema interesante que revela que, incluso en una banda tan fiel a su fórmula, hay espacio para pequeñas sorpresas.

El broche del álbum lo pone “Night of the Long Knives”, penúltimo corte (dejando a “Spellbound” como cierre definitivo, llegaremos a eso enseguida). El título “Noche de los Cuchillos Largos” de inmediato evoca imágenes históricas (la purga de 1934 en la que Hitler eliminó a sus opositores) y de hecho Brian toma esa frase prestada para ambientar la canción, aunque la letra realmente no narra aquel suceso sino que usa la idea de la traición y la paranoia. Musicalmente, tras un breve feedback de guitarra, la banda ataca al unísono con un riff rockero muy pegadizo. “Night of the Long Knives” es quizá la canción más ligera y accesible de la cara B: riff desenfadado, tempo medio-alto y un Brian Johnson que vuelve a su tono desafiante habitual. Aquí lo oímos lanzar líneas sobre no saber en quién confiar, mirando sobre el hombro porque cualquiera puede apuñalarte por la espalda. El estribillo consiste en repetir el largo título con un gancho melódico sorprendentemente alegre para lo que sugiere el tema, lo que le da un aire algo tongue-in-cheek (como riéndose de la seriedad del concepto). Angus mete uno de sus solos más melódicos aquí, con frases claras y menos distorsión, recordando por momentos a los AC/DC de los 70 en su faceta más rock ’n’ roll que heavy. Destacan los coros de Malcolm y Cliff, que en esta canción en particular suenan muy presentes, casi respondiendo a Brian en plan hooligan. “Night of the Long Knives” podría haber sido un single por sí misma dado su carácter pegajoso, pero quedó como un tema profundo de álbum que, no obstante, muchos fans aprecian. Su letra de desconfianza encaja curiosamente bien con la situación interna de AC/DC en esa época (acababan de despedir a su manager Peter Mensch en medio de tensiones), aunque fuera coincidencia. En conjunto, es un tema sólido que añade variedad lírica y cierra con buen sabor la tanda de canciones “normales” antes del gran final.

Porque sí, ahora sí, llegamos a la última pista: “Spellbound”. Y qué título más adecuado, porque realmente deja al oyente hechizado. AC/DC escoge terminar el disco con una pieza diferente: más lenta, pesada, casi hipnótica. “Spellbound” inicia con un riff denso de Angus, en registro grave, acompañado por un Cliff Williams que marca cada nota con el bajo haciendo temblar el suelo. Phil Rudd establece un compás pausado pero seguro, de esos que resuenan en el pecho. Sobre esa base, Brian Johnson aparece cantando más bajo de lo habitual, con un timbre misterioso, mientras describe una especie de embrujo o mal de amores oscuro. La canción avanza sin prisas, construyendo una atmósfera cargada. El estribillo no sube de revoluciones; al contrario, se regodea en la pesadez: “Spellbound by the devil” entonan todos, alargando la palabra spellbound casi como un lamento. Es un enfoque distinto para AC/DC, una muestra de rock denso y atmosférico que por momentos roza el doom boogie. Angus introduce un solo con mucho feeling blues, jugando con silencios y notas mantenidas, subrayando el tono emotivo. Hacia el final, la banda repite el estribillo y el riff principal hasta difuminarse en un final que se desvanece lentamente… Por un segundo esperas otro cañonazo, pero no: For Those About to Rock termina apagándose, dejándonos con esa sensación de haber recorrido un camino lleno de altos, bajos, luces y sombras. “Spellbound” es un cierre atípico pero poderoso; demuestra que incluso en un disco pensado para ser atronador, AC/DC se permitió un momento más reflexivo y oscuro al final. Quizá por eso mismo la canción nunca se incluyó en directos, pero en el álbum cumple la función de dejarnos pensativos tras la fiesta de riffs previa.

For Those About to Rock (We Salute You), 44 años después, es más que un puñado de buenas canciones: es un homenaje en sí mismo. Un homenaje al público rockero –al que AC/DC literalmente saluda– y también un homenaje a la resiliencia de una banda que, tras tocar el cielo con Back in Black, no dudó en apuntar sus cañones y volver a apretar el gatillo para mantenerse en la cima. En perspectiva histórica, puede que no tenga la perfección de su antecesor, pero posee un espíritu combativo y honesto que lo hace único. Personalmente, cada vez que escucho los cañones atronando al final del tema título, se me dibuja una sonrisa y se me eriza la piel como la primera vez. Es la señal de que el Rock sigue vivo, de que aún quedan batallas por librar en el escenario. For those about to rock, we salute you! – por los que van a rockear hoy, mañana y siempre… ¡os saludamos!

Canciones

  1. For Those About to Rock (We Salute You) – 5:43

  2. Put the Finger on You – 3:26

  3. Let’s Get It Up – 3:54

  4. Inject the Venom – 3:31

  5. Snowballed – 3:23

  6. Evil Walks – 4:23

  7. C.O.D. – 3:20

  8. Breaking the Rules – 4:23

  9. Night of the Long Knives – 3:25

  10. Spellbound – 4:30

Formación

  • Brian Johnson – voz principal

  • Angus Young – guitarra líder

  • Malcolm Young – guitarra rítmica, coros

  • Cliff Williams – bajo, coros

  • Phil Rudd – batería

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