Sin duda, el día de KK´s Priest, sin olvidar a Winger.

Por Rockberto.

Desde que planifiqué estas vacaciones tenía presente que no iba a poder ni tampoco me iba a obligar a ver todos y cada uno de los conciertos que se ofrecerían, entre otras cosas porque es imposible. Mi objetivo era ver a 24 ó 25 bandas y lo cumplí.

Si bien es cierto que las mañanas las solíamos tener bastante libres porque los pesos pesados del cartel normalmente tocaban por la tarde, la mañana del 4º día nos pillaba un poco más descansados y después de dar unas cuantas vueltas por cubierta nos encontramos una puerta abierta que no sabíamos donde daba y a pesar de que ponía “only crew” nos aventuramos porque al otro lado se oía música, la de Spread Eagle, pero primero os contaré un encuentro muy especial.

Este día, al entrar al comedor nos encontramos con Jorge Salán, al que saludé y charlé un momento con él. Me contó que estaba haciendo un reportaje para Rock FM y que si me importaba contestar a un par de preguntas a lo que por supuesto accedí gustoso. Jorge estuvo muy simpático y no se comporta como una estrella (que lo es), lo cual es muy de agradecer. Así que, igual me eligen para salir en el reportaje, je, je… Además le dije que el día siguiente le vería con Soto porque el primer concierto me lo perdí.

Y cruzando esa puerta y un pasillito entramos en la parte de atrás del teatro, donde estaban descargando Spread Eagle. Hay que decir que el teatro se quedaba bastante grande y que la entrada era bastante pobre para verles.

Pero, en honor a la verdad, he de decir que lo que oí, sólo tres canciones, me gustó mucho. No conocía la banda y por ello no puedo hacer una crítica muy sólida, pero creo que los temas que escuché fueron “Subway to the stars”, “Sound of speed” y “Scratch like a cat” y sonaron como un cañón, nítidos y sólidos, como casi todo lo que sonó en esa maravilla de sitio que era el teatro, donde la acústica era casi perfecta.

Me dejó muy buen sabor de boca lo que vi, pero en breve empezaban Dangerous Toys y, aunque nunca he sido seguidor de la banda, quería ver un rato de su show.

 

Para ver a Dangerous Toys nos tuvimos que desplazar al Studio B, donde esta vez decidimos buscar un sitio más tranquilo en las gradas. La sala presentaba media entrada, que, por lo que vimos en escena, se quedaba corta para los merecimientos de la banda.

Empezaron con un trallazo hard rockero titulado “Outlaw”, de los que te revienta los oídos y en el que ya comprobamos que la voz de Jason McMaster estaba bien engrasada, al igual que las guitarras, tanto soporte como solista de Paul Lidel y Scott Dalhover.

El ritmillo a lo Aerosmith de “Take me drunk” mantuvo en el público el estado de excitación inicial por su gran calidad y ese toque glam metalero que tanto gusta por estas tierras. El sonido al principio fue un poco sucio, pero al poco tiempo de empezar ya era mucho mejor, lo cual fue muy de agradecer.

Las guitarras sleazy se apoderaron de “Sugar, leather and the nail”, que sonó espectacular con esa slide guitar que tanto dio al movimiento. “Gimme no lip” no bajó en ningún momento la intensidad y dio paso a “Bones in the gutter”, que recordaba por un momento los inicios de unos tal Guns n´ Roses.

Dos temas más en la misma tesitura pudimos escuchar antes de irnos a comer, que nos esperaban otras aventuras más adelante, no sin antes pensar que habíamos estado ante una gran banda que no ha tenido toda la suerte que merecía. En definitiva, me dejaron un muy buen sabor de boca.

 

Y es que después de comer tenía una cita ineludible otra vez en un Studio B que presentaba una entrada espectacular, lo cual hizo que mi lugar dentro de la muchedumbre fuera bastante malo en cuanto a ubicación.

Pero vamos a lo que realmente importa. Se apagan las luces y suena “Incarnation” como carta de presentación, una intro perfecta para lo que se nos venía encima. Se oye una guitarra atronadora y el bueno de KK ya está sobre el escenario descargando los primeros acordes de la increíble “Hellfire thunderbolt” en la que Ripper Owens dejó ya bien claro que el estado de su garganta era el mejor posible llegando tanto a los desgarros vocales como a esos agudos impresionantes que nos suele regalar.

Siguieron con uno de los singles de su nuevo disco “The sinner rides again”, concretamente “One more shot at glory” con esas guitarras machaconas de Downing y de A.J. Mills reinando.

Hay que decir que el setlist estuvo muy bien escogido y que alternan temas propios con temas de Judas Priest en los que KK fue parte fundamental, y así, el tercer tema en llegar fue ni más ni menos que “The ripper”, en el que Tim bromeó con su mote, que coincide con el título de la canción.

Ni que decir tiene que a estas alturas de la película a la gente ya la tenían en el bote. Entre el público pude distinguir a Mark Tornillo y Jeff Scott Soto disfrutando del directo.

El sonido fue muy bueno desde el primer momento y eso contribuyó en buena medida a que se pudiese disfrutar mucho más el show. La potentísima “Reap the whirlwind”, de su último trabajo, dio paso a un tridente de Judas Priest con “Beyond the realms of death”, “Burn in hell” y “Hell patrol” de Painkiller.

Me llamó mucho la atención el segundo plano que ocupa KK en todo el entramado, sólo yendo al frente a la hora de hacer sus solos, máxime siendo él el principal impulsor del proyecto, al contrario que Tim Owens que se erige en verdadero maestro de ceremonias con una presencia y un saber estar impresionantes, demostrando que no hace falta tener una super melena para llenar un escenario de heavy.

La fantástica “Brothers of the road” de su debut “Sermons of the sinner” daba paso a la traca final en la que enlazaron “The green manalishi”, “Breaking the law” y “Victim of changes”, en la que Tim directamente se salió del mapa con una interpretación antológica.

Finalizaron con “Strike of the viper”, uno de sus últimos singles, demostrando que están en una forma envidiable y que pueden competir con los propios Judas, aunque para eso creo que deberían elegir un poco mejor las canciones que eligen de los Priest.

Se quedan en el tintero demasiadas joyas en detrimento de otras que lo son menos, es mi modesta opinión, igual otros piensan que así es más integro el concierto. Otro de los shows definitivos que presenciamos.

Un rato después del término de KK´s Priest había otra cita, esta vez en el escenario de la piscina y al aire libre.

En esta ocasión, el viento hizo mayor acto de presencia en mayor medida que en otros shows por lo que deslució un tanto el evento. Los protagonistas eran Queensryche que compenzaron con una canción de “Rage for order”, “Screaming in digital”.

No sé si se puede achacar todo al viento o también el sonido fue malo pero lo cierto es que aquello no mejoró mucho en todo el show, desluciendo la actuación. A lo mejor fue cosa mía, porque alrededor de mí la gente estaba animada pero yo creo que al ser una música más experimental de lo que ofrecían la mayor parte de bandas del crucero la cosa no llegó a cuajar del todo.

“The whisper” me conectó algo, pero sin llegar a la intensidad que sentí en otros shows. Aún así “Empire” elevó a más de uno a los altares.

De lo que no hay duda es del desempeño de los músicos que mostraron una actitud siempre profesional, con un Todd La Torre al frente demostrando su fuerza vocal y con los originales Michael Wilton y Eddie Jackson brillando con luz propia.

De “Operation mindcrime” sí que eligieron bien la siguiente canción, pues cayó “I don´t believe in love”, que es la más escuchada en Spotify y con la que la gente enloqueció.

“En force” de “The warning” añadió intensidad en el escenario, pero las más coreadas por la gente fueron las que eligieron de “Empire” y de “Operation mindcrime”, los discos que mayor notoriedad les dieron.

Y por supuesto el final no podía ser otro que el single que les dio a conocer, de ese Ep que algunos guardamos como oro en paño, “Queen or the reich” que fue la traca final en la que todos participamos activamente.

La verdad es que no sé si fue la elección del setlist, que no acertó con lo que a mí más me gusta de la banda, pero no disfruté como en otros shows del crucero y eso que iba predispuesto a hacerlo. No llegaron a engancharme, pero ya digo que quizás el problema fui yo por esperar otro tipo de show. 

 

Como quedaba todavía un rato para que nos fuésemos a cenar nos desplazamos a un pequeño bar que se llamaba Vicking Crown donde se hacían entrevistas a algunas bandas y shows acústicos a ver en acción al maestro de la Guitarra Joel Hoekstra con Brandon Gibbs, todo ello con un aire íntimo y de buen rollo muy acentuado por la continua interacción de los músicos con todos los allí presentes que abarrotamos el salón, aunque hay que decir que no cabía mucha gente allí.

En una esquina pude ver de pie a Wolff Hoffmann de Accept escuchando los primeros temas de la actuación.

Entre algunas canciones propias del proyecto metieron alguna versión que es donde el público más se enganchó, aunque el repertorio propio también fue muy bien acogido.

Por allí cayeron “Kashmir” de Led Zeppelin, “Love ain´t no stranger” de Whitesnake y “Every rose has its thorn” de Poison.

Una manera de pasar un rato de manera distendida y otra forma de ver a estos grandes músicos.

 

 

Después de recargar las baterías en el comedor me fui directo a ver a Winger al teatro.

Después de un buen rato de espera, conseguí un buen sitio. Lo primero que me sorprendió fue el comienzo del show con un gran solo del batería Rod Morgenstein, algo impactante e inusual, sin duda. Lo primero que he de decir es que nunca he sido un gran seguidor de Winger.

Al igual que a otras bandas las prestaba mucha atención a Winger nunca les pillé el tranquillo en su día. Pero lo que vi este día ha cambiado mi forma de pensar, ya que la fuerza que desprenden en el directo es brutal.

Empezaron con un trallazo como “Stick the knife in and twist” de su último disco que sonó realmente bien “Seventeen” y “Can´t get enough” sonaron como lo que son, grandes himnos compuestos para reinar en grandes recintos y aunque en disco suenan muy ochenteros, en directo adquieren una intensidad muy distinta. Tras otro tema antiguo “Down incognito” atacaron con otro de su nuevo material, “Proud desperado” que no desentonó en ningún momento con el material clásico.

Kip tuvo un momento en el que la garganta le falló y, de hecho, él hizo un gesto disculpándose con la audiencia, pero he de decir que rayó a gran altura y mantiene la voz en muy buen estado de forma, llegando a las notas más exigentes.

La banda, que se mantiene casi con su formación original está totalmente engrasada y aunque todos tienen un nivel altísimo, si tenemos que destacar a alguien es a Reb Beach, también miembro de Whitesnake y que se lució más adelantado el concierto en un solo de guitarra estupendo.

La pausa del show la puso la melosa “Miles away” que por la reacción del público es una de las preferidas.

El citado solo de guitarra de Reb dio paso a la instrumental “Black magic” en la que se dio un respiro Kip, que volvió para el final de la actuación para atacar “Headed for a heartbreak”, “Easy come easy go” y “Madelaine” con la que se despidieron.

La verdad es que no esperaba tanto del show y me sorprendió muy gratamente encaramándose entre los puntos álgidos que pude presenciar, por no hablar de lo bien que se lo pasó el resto del público que llenaba en sus tres cuartas partes, aproximadamente, el teatro.

A pesar de que todavía había actividades en el barco, tocaba descansar para llegar entero a la última jornada.

 

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