Tuve la suerte de conocerle durante mi estancia en el Rockservatorio en los ’80 y os aseguro que es un tipo encantador. Se trata de Kacho Casal, batería actual de Burning y antiguo aporreado de Topo. Todo un placer hacer esta entrevista.

La lista de músicos uruguayos en España es interminable, pero podría mencionar entre los pesos pesados a Jorge García Banegas (Asfalto) además de Hermes Calabria (Barón Rojo) y Daniel Henestrosa (un ex – Parvas, por cierto).

Entrevista realizada por Rockberto

¿Qué impulsó a un chaval de 25 años como tú a hacer las maletas y marcharse a un país tan lejano?

Vivir de la música por aquel entonces en el Uruguay era misión imposible. Yo tenía un buen trabajo en una empresa familiar, pero al tener que cumplir con un horario poco flexible, mi tiempo libre era bastante escaso y tenía que hacer malabarismos o bien sacrificar vacaciones para poder trabajar en cualquier proyecto serio. 

A pesar de todo, en poco más de cinco años pude formar mi propia banda, acompañar algunos cantantes de “moda”, grabar algunos discos y componer para teatro.  

Hasta que llegó el momento en que necesitaba más. La única solución fue sumarme al éxodo de músicos que uno tras otro iban dejando un país que se caía a pedazos, arrasado por una dictadura militar. 

Aún no tengo claro si fue una hazaña personal o inconciencia en toda regla, pero lo vendí todo y crucé el charco con una mujer, un hijo y 70.000 pesetas de aquel entonces que tampoco daban para mucho. 

Tengo entendido que en Uruguay tocaste en varias bandas, ¿alguna importante? ¿había alguna escena musical rockera?

Nací en 1955, por lo que llegué tarde a la “movida” de los años 60 en el Uruguay. Fueron años con dos grandes bandas como los “Shakers” y los “Mockers”. Unos músicos fuera de serie que emulaban sin ningún prejuicio a Beatles y a Stones respectivamente.

Luego, en los 70 surgieron bandas más cañeras como “Días de Blues” y “Psiglo” que no tuvieron más remedio que desintegrarse por el golpe de estado de 1973, que precipitó el fin de todo lo que tuviera que ver con el arte y la libertad de expresión. 

No obstante,  mi banda “Parvas”, llegó a tener su pequeño momento de gloria en 1975. Dejamos atrás un buen número de conciertos pero el bagaje discográfico es paupérrimo, apenas un single, dos canciones y pésimamente grabadas.

A la vez, hubo una gran llegada de músicos uruguayos a España como Hermes Calabria o Dani Henestrosa, ¿mantienes mucho contacto con compatriotas?

Creo recordar que la invasión uruguaya empezó con Jorge Flaco Barral de “Días de Blues” pero al poco tiempo se fueron sumando unos y otros. La lista es interminable pero podría mencionar entre los pesos pesados a Jorge García Banegas (Asfalto) además de Hermes Calabria (Barón Rojo) y Daniel Henestrosa (un ex – Parvas, por cierto). 

Afortunadamente, las redes sociales me permiten estar al día con mis amigos y compatriotas que están lejos como puede ser el caso de Daniel que vive en Suecia. Con Jorge nos escribimos de vez en cuando. Me alegro que haya vuelto a la carga con Asfalto. Con Hermes nos vemos a menudo y disfrutamos del enorme privilegio de tomar juntos un café. Es un entrañable amigo.

¿Cuál fue ese momento mágico en el que decidiste que tenías que dedicarte a la música?

Sin lugar a dudas, mi big-bang fue el festival de Woodstock. Por casualidad vi por televisión un avance del estreno de la película. Aparecía Santana tocando “Soul Sacrifice” con el famoso solo de Mike Shrieve. Mi madre me despertó de mi estado catatónico diciéndome: “si querés ir al cine a verla, te invito” 

Tenía por aquel entonces 14 años. Esa misma tarde la vi dos veces seguidas en sesión continua. Los ojos como platos. A la semana repetí.

Creo que tu primer instrumento fue la guitarra, ¿qué te hizo cambiar de opción y pasarte a la batería?

Siempre he sido un melómano pero si no es por un capricho de mi hermana que pidió a los Reyes una guitarra, tal vez, nunca hubiese tocado instrumento alguno.

Gracias a algunos amigos aprendí los primeros acordes, las canciones de los Beatles, algunos estudios clásicos. Estaba obsesionado con todo lo que me ofrecía aquel instrumento mágico. Pero justo, cuando iba a enfrentarme a la etapa más seria de escalas y modos griegos, se cruzó en mi camino un joven baterista llamado Mike Shrieve. 

Desde aquel entonces la guitarra ha sido una compañera de viaje pero poco más, lo mío era otra cosa. Había probado el veneno.

 En tus inicios, ¿cuáles fueron los músicos qué más te influyeron?

Muchísimos y muy variados que de alguna u otra forma me han ayudado a formarme como músico.

Imposible negar la influencia que tuvieron en mí los Beatles, también los Stones aunque menos, pero si hay alguien a quien realmente he admirado desde mi juventud es a John Fogerty. Lo que hicieron C.C.R. en apenas cinco años fue brutal. Un hit tras otro. Pedazo de canciones.

Como innovador, creador puro y duro, para mí el mejor músico del siglo XX ha sido el tío Frank. Por si no bastara con eso, las mordaces letras de Zappa eran un chorro de ácido derramado sobre la hipocresía del catolicismo o el principal azote de senadores republicanos. Además, fue la “factoría” de grandes virtuosos de la guitarra como Steve Vai o genios de los tambores como Terry Bozzio, Chad Wakermann o Vinnie Colaiuta.

Ahora bien, mis héroes de la batería sin duda han sido y son: John Bonham, Ian Paice y Bill Bruford principalmente aunque tampoco me olvido ni de Mitch Mitchell ni de Ginger Baker, que conste.

Has trabajado en España con artistas consagrados que parecen bastante alejados del estilo de música que te gusta, Supongo que de todas las experiencias se aprende, ¿verdad?

Exacto. Tanto escuchar como tocar otros estilos aunque no sean la “marca de la casa” te enriquecen. Tengo claro que siempre seré un baterista de Rock & Roll, pero me encanta moverme en otros terrenos. 

La clave es ser honesto y respetar lo que estás tocando con quién y para quién. He rulado con innumerables artistas y bandas y todas las experiencias han sido positivas.

Estas desde hace 17 años en Burning, ¿cómo te sientes perteneciendo a una de las bandas más importantes de España?

Para mí ha sido increíble, como cerrar un círculo que se abrió en 1980. Intentaré explicarme…

Acababa de llegar a España y les vi por televisión en un bodrio de programa llamado “Aplauso”. Fue la primera vez que escuché: “Mueve tus caderas”.

Aún no había terminado de deshacer las maletas, no tenía ningún trabajo a la vista y soñé por un instante en lo grande que sería poder tocar en una banda así.

En 1997, por fin, los astros se alinearon. Sonó el teléfono y los Burning me hicieron una propuesta a la que no pude negarme. Es más, fue como revivir el momento de mi llegada a la madre patria en 1980.

Diecisiete años de espera y luego otros diecisiete que son los que llevo con Johnny, Carlos y Edu. Incluso llegué a tener el honor de tocar con Pepe Risi antes que nos dejara. Resumiendo, ha sido una experiencia de fábula.

Has grabado ya varios discos con Burning, ¿de cuál de ellos te sientes más satisfecho?

Por mi labor como instrumentista sin duda elijo “Pura Sangre”. Es un gran disco con mucha energía y grandes canciones. El sonido final de batería podría haber estado mejor. Estuvimos dándole vueltas mucho tiempo. Teníamos un ambiente natural que al cambiar de estudio para una nueva mezcla, inexplicablemente desapareció. Está claro que todos somos inconformistas por naturaleza, pero llega un momento en que hay que poner punto final a una obra para que no se convierta en un “escorial”.

Lo pasé francamente bien grabando las baterías y todo tipo de percusiones. Llegué a grabar unas congas con todo el morro del mundo y para rizar el rizo, grabé una guitarra acústica en la canción “Pura Sangre”. O sea, que ha sido toda una experiencia de varios sabores. 

¿Cómo está respondiendo la crítica y el público ante Pura sangre?

He leído al menos una docena de críticas y crónicas acerca del disco y su presentación. La acogida por parte de los medios ha sido increíble. No recuerdo un caso similar con tanta aceptación y unanimidad. Acojonante! 

De los muchos artistas con los que has tocado, ¿cuáles han sido los que más te han impresionado?

Creo que Sleepy La Beef se lleva la palma. Sólo faltó que me adoptara. Me quería llevar a los Estados Unidos. Fue una experiencia única. Nunca sabíamos qué canción iba a tocar. No avisaba. Arrancaba con cualquier cosa y búscate la vida para seguirle hasta Moscú si hace falta. Nos volvía locos al bajista y a mí, un desafío constante, mezcla de diversión y masoquismo. Al menos yo no tenía que preocuparme por la tonalidad de las canciones! Pero solían ser dos horas de concierto sin tener un segundo para secarte o beber agua. Un animal!

También estuviste durante un tiempo enrolado en Topo, cómo fue la experiencia?

Los Topo para mí siempre han sido especiales y lo seguirán siendo. Una banda entrañable. 

Cuando nos juntamos Jose Luis Jiménez, Pablo Salinas, Luis Cruz y yo fue como una explosión. Fluían las ideas. Vivíamos pariendo cosas. Teníamos una pila tocando que pocas veces volví a sentir.  

Hubo momentos para la posteridad como cuando nos juntamos con Lele, Víctor y Terry para hacer un disco juntos. 

Hace relativamente muy poco me invitaron a tocar con ellos la que tal vez sea la canción más representativa de aquellos años que compartimos, “Todos a Bordo” que forma parte de un DVD en vivo de la banda. Una gran noche. 

También formaste parte de Tragaluz con dos históricos de nuestro rock como Guni y Jorge García Banegas, ¿qué tal te fue con ellos?

Con Tragaluz tuvimos una etapa muy potente. En aquellos tiempos en cada barrio existía un centro cultural donde podíamos tocar algo diferente a lo que hacíamos en nuestras bandas. Entre jazz-rock y música de raíces latinas que curiosamente tenía gran aceptación. Digamos que el reclamo de público estaba garantizado al ser integrantes de Asfalto y Topo. Buena experiencia que siempre soñamos poder volver a revivir algún día con Jorge y con Guni que por otra parte fue mi compañero de batallas en muchísimos proyectos. 

Viviste en España en los años 80. sin duda, la mejor época del rock en nuestro país, ¿cómo era la relación entre los grupos y cómo viviste aquella época?

Unos años maravillosos. Lo pienso y me da la risa tonta. Qué jóvenes éramos todos y qué gilipollas también. (me autoincluyo, faltaría más) Cerca de veinte bandas en la misma oficina que despertaban las envidias y chascarrillos de unos y otros. Algunos iban de guapos, otros de duros, otros de rápidos, otros de tocones, en fin, un verdadero zoo. No eran más que tonterías porque a la hora de la verdad todos íbamos en el mismo carro. El capitán de la nave era nuestro querido Javier Gálvez. Grande!

Llevas más de 30 años en España, ¿cómo ha cambiado el negocio musical?

Pues ni negocio ni musical. Esto no es más que un banquete de pordioseros. Veinte manos pringándose por quinientos euros. A vender humo y a pillar algo, lo que sea.

Los consumidores, por una parte existe el público que busca música fácil. Vale. Me parece perfecto pero a la vez me resulta preocupante que a una gran masa les de exactamente lo mismo comprar la misma canción una y otra vez, porque siempre es la misma en definitiva. Otros no la compran, la piratean porque parece ser que llegan a intuir que les están tomando el pelo, sobre todo cuando la letra dice: Oh oh oh, Eh eh eh. Las hay por miles! Pero qué bien se lo pasan los sordos. No tienen que pensar.

En otro terreno nos encontramos con un público algo más selectivo y exigente. Son los seguidores incondicionales de artistas algo más comprometidos, no se sabe muy bien con qué, pero comprometidos.

Estos personajes a su vez, se mueren por trabajar con dos o tres productores de moda (que se fusilan entre sí). Curiosamente estos productores cuentan con la inestimable colaboración de dos o tres músicos por instrumento (que suelen ser los mismos de siempre) y todos tan felices. En todos los casos toda esta sin razón termina sonando a Andrés Calamaro, a qué sí? 

Pero si hay algo que realmente me enferma es ver a cantantes líderes de algunas bandas que se juntan como si se tratara de un karaoke con una bandita soporte, todo por un mendrugo. Pan para hoy, hambre para mañana. Nadie se da cuenta de que lo único que consiguen es echar por tierra su caché y su labor de tantos años? Mal asunto.

Tienes en estos momentos una banda alternativa, The Wild Horses y habéis publicado un disco, Americaña, háblame un poco de ello…

“AmericaÑa” es otro disco que está teniendo unas excelentes críticas. Una buena selección de canciones, un sonido muy redondo y cañero, buenos vocalistas, coros muy logrados. Me encanta!

Todo empezó como un divertimento. Nos juntamos un montón de amigos para tocar clásicos de John Cougar, John Hyatt, Creedence, Zac Brown. De ahí pasamos a grabar una demo, luego un disco que presentamos llenando la sala Independance. Y vamos a seguir dando que hablar.

Tu formaste parte como profesor del Rockservatorio y de La Factoría de Músicos, ¿crees fundamental la existencia de este tipo de academias para formar nuevos artistas?

No cabe la menor duda. El Rockservatorio fue un éxito. La primera academia especializada en rock. La entrega y dedicación de los profesores fue total.

Eramos un gran equipo. Todos colaborábamos con todos. Recuerdo que había menos alumnos de bajo en proporción a guitarras y bateros por lo que muchas veces me tocaba a mí tocar el bajo en las jam sessions y combos como si se tratara de un alumno más. Buena experiencia. 

Si bien hoy en día, con Youtube tenemos al alcance de la mano una cantidad de información que da vértigo, es fundamental tener a nuestro lado alguien que nos guíe y sepa administrar todo ese material. Un buen profesor siempre es necesario, sobre todo al principio, donde tener buen tiempo y buen groove es lo fundamental, no el hecho de tocar complicados fills más rápido que nadie.

¿Quieres añadir algo más? 

Creo que ya hemos hablado demasiado. Espero que esta entrevista no se convierta en un ladrillo.

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