“El agujero de Mel, ¿conspiración macabra o gran cuento fantástico?”
Informe escrito por Christian Darchez
Nuevamente no se trata de una nueva sección sino de una nueva línea de informes como lo son ¨El baul de los recuerdos¨ o las listas que cada tanto suelo hacer y que este año pienso retomar de manera mas activa. Admito primeramente que el nombre de ¨Crónicas Darchezcas¨ no se me ocurrió a mí sino a una pareja de locutores amigos míos y me pareció ideal para hacer una nueva línea de informes que no se ciñe de la música o el cine (aunque eso no quiere decir que no vaya a tocar temas relacionados a ambas fuentes), que hace tiempo venían dando vueltas en mi cabeza. ¿De que va la cosa?, bueno, en estos informes hablaré sobre algunas cosas más truculentas y aterradoras como hechos paranormales, misterios sin resolver y algunas que otras crónicas policiales y otros temas que me apasionan. La pregunta es, ¿serán valientes y me acompañarán en esta o pasarán de estos informes por miedo?, jejeje
Con ustedes, la primera crónica Darchezca. Art Bell es un famoso locutor de radio y periodista de Estados Unidos y a la vez un hábil escritor con unos cuantos libros a cuestas, en 1986 creo el también celebre programa radial nocturno llamado ¨Costa a costa¨ en una emisora AM Premiere Radio Networks. Dicho programa tuvo un gran impacto en la cultura radial y los oyentes que funciona hasta en nuestros días. El programa toca temas de diversa índole y casi siempre relacionado con hechos paranormales, apariciones fantasmales, leyendas urbanas, la ciencia ficción, la ufología (todo lo relacionado a los ovnis) en los que los radio escuchas también se comunican con los locutores a contar sus experiencias con esos temas y siempre lo hacen de manera mas seria posible para no convertir al programa en una mala broma.
Si son historias inventadas o no a nadie le importa, ni al locutor ni a los oyentes; lo que importa es que haya algo para hablar y mantener a las personas en vilo con la emisora. Pero nada volvería ser igual para Art Bell y los oyentes del programa aquel 21 de febrero de 1997, cuya emisión seguro la van a recordar durante toda su vida y los tendrán persiguiéndolos durante sus pesadillas.
Esa noche del 21 de febrero de 1997, Art Bell había empezado su programa como lo hacía regularmente mientras hablaba, entre cigarrillos y cafés, en el micrófono a sus miles de radio escuchas que no se perdían ni una sola edición, y que obviamente esperaban a que alguien compartiera su historia con Art y los oyentes. Las horas pasaban como también las comunicaciones con el locutor que siempre agradecía el hecho de compartir sus historias con él y los oyentes, hasta que cerca de la 1 de la madrugada llegaría la llamada que cambiaría la vida del locutor y los oyentes para siempre. Al sonar el teléfono, Art atendió cordialmente al oyente que estaba del otro lado dispuesto a contar su historia. Y vaya historia que tenía para contar!, luego del mecánico pero amable saludo entre ambos, Art le preguntó el nombre de quien se disponía a contar su experiencia, a lo que el sujeto se identificó rápidamente como Mel Waters. Por su voz y su forma de hablar se entendía que Mel tenia unos 50 años de edad y una seguridad totalmente lucida y parca en sus palabras, como estando muy convencido de lo que iba a contar y que estaba muy lejos de querer engañar al locutor y las miles de personas que iban a oír lo que tenia para decir. Art entonces le dio el pie a Mel para contar su experiencia…
Mel contó que era propietario de unas hectáreas en Manastash, Washington, un pueblo prácticamente escondido entre las montañas en el que es muy difícil ir en automóvil y evitó por completo dar la ubicación exacta de dichas tierras, a lo que comenzó a aumentar cada vez más la incertidumbre entre el locutor y los oyentes que estaban pegados a sus transistores escuchando. Situación de incomodidad que aumentaría con sus siguientes palabras. Un día como cualquiera, Mel se encontraba sobre sus tierras haciendo tareas de limpieza y rastrillaje con el fin de preparar las mismas para el cultivo. Mientras caminaba por el lugar grande fue su sorpresa y asombro cuando con lo que se encontró fue con inmenso hoyo en la tierra, de más de 3 metros de diámetro, lo más extraño de todo fue que Mel dijo que la propiedad le pertenecía hace 20 años y que jamás lo había visto!. Preso de la sorpresa se quedo atónito frente a el observándolo muy detenidamente y dijo haber notado que el hoyo estaba perfectamente contorneado en los bordes y que ninguna raíz de las plantas cerca de él sobresalía de los bordes.
El hoyo había sido hecho de manera limpia. Ninguna maquina perforadora existente en esos tiempos podía haberlo hecho de manera perfecta. El siguió mirándolo detenidamente y estaba oscuro, como la boca de una cueva a plena luz del día que es imposible ver algo desde afuera, a lo que la curiosidad le hizo arrojar una gran roca para ver cuan profundo era. Ahí dijo con un tono tembloroso y oscuro que no oyó caer la roca, era mucho más profundo de lo que el creía, a lo que nuevamente repitió el procedimiento con otra roca y se quedó un poco más a ver si oía algún sonido y en ese momento dijo haber sentido una fuerte sensación de incomodidad que lo perturbó e hizo que sus piernas temblaran sin mayor explicación y que lo hizo alejarse del lugar.
Aquí fue cuando Mel hizo una pausa en su narración y le dijo a Art con un tono extraño y altisonante, como de alguien que habla de manera abrupta y hace sobresaltar de sorpresa a quien esta cerca escuchando: ¨Esa noche no pude pegar un ojo cada vez que pensaba en el hoyo. ¿Por qué después de tantos años ahora sé de su existencia?¨. Art quedó estupefacto ante la reacción de Mel y pasaron varios minutos hasta que el locutor pudiera volver a pronunciar palabra, le pidió cordialmente a Mel que continuara con su historia.
Al día siguiente Mel tomó la camioneta y se fue camino a la ferretería, donde el vendedor dijo haberse sorprendido por el extraño pedido: una cuerda de más de 20 metros y una gran pieza de plomo que sirviera como una roca. Para que quería eso Mel no se dijo jamás y solo se dispuso a volver al hoyo, clavó un extremo de la cuerda en la tierra y el otro extremo que se encontraba el mazo de plomo lo arrojó al pozo pero cayó ahí con tal fuerza que la cuerda se tenso enormemente, indicándole que ni siquiera había tocado fondo.
Mel no volvió a dormir esa noche y en su cabeza comenzó a maquinar una fantasía de que esto esa una conspiración gubernamental. En la mañana Mel no pudo más y decidió contar aquello que tanto lo tenía preocupado a los habitantes del pueblo y mucho más grande fue su asombro cuando le dijeron que ellos ya sabían del hoyo y que varias veces mientras el dormía cruzaban la cerca de su propiedad para arrojar chatarra al hoyo y que nunca escuchaban caer lo que arrojaban. A Mel esa confesión de invasión a la propiedad privada que hicieron durante años no le molestó, ahora sabía que le creían y estaba un poco mas tranquilo. Por ahora.
Una nueva pausa llegó en su narración, Art estaba súper excitadísimo e intrigado por saber como seguía la misma al igual que los oyentes que seguro estaban ahí acompañándole con las mismas sensaciones que el locutor, a lo que animó a Mel a que siguiera con su historia. Hasta el día de hoy Art dice lamentar haberlo animado a que siguiera. Ahora que había revelado la razón del por que de su nueva preocupación, Mel comenzó a concurrir al hoyo acompañado por numerosos habitantes del pueblo que quedaban observando y se alejaban del mismo cuando la sensación mórbida de incomodidad lo obligaban a ello. Mel les dijo a ellos que quería repetir la experiencia con la cuerda para saber de los metrajes de su profundidad, ellos accedieron a ayudarlos a resolver el misterio del hoyo, pero esta vez con una cuerda mucho mas larga, no importa los dólares que tenia que desembolsar de su billetera. La primera vez lo perturbó pero algo lo hizo tomar coraje y volver a intentarlo.
Una decisión de la que después terminaría arrepintiéndose…