«Más que la Noche Celta, fue la noche de la catarsis»

Crónica de lachicamapache

Una semana después del tremendísimo Z!Live Fest, el Auditorio de la Ruta de la Plata de Zamora volvió a acoger un evento algo más pequeño, pero muy prometedor: La Noche Celta, cuyo cartel comprendía a Ars Amandi, Celtas Cortos, Mägo de Oz e Irish Treble y que sirvió como jornada de reflexión sobre el mundillo en el que nos movemos.

Nada más conseguir llegar al recinto, poco y mal comunicado, me encuentro con el primer conflicto con la organización del evento; las entradas compradas vía on-line no eran válidas para acceder al recinto, un hecho que no se notificó a los asistentes de ningún modo y que, tras marearles dirigiéndoles de un lado para otro, la organización decidió finalmente que no era un problema y que, con la entrada impresa en casa, sí se podía entrar al evento.

Una vez dentro, con 7 euros menos en el bolsillo y una cerveza en la mano, estoy lista para el espectáculo. Y menudo espectáculo. El festival empezó con la actuación de Ars Amandi. Los abulenses se enfrentaron a un público que había asistido sólo para ver al cabeza de cartel, gradas llenas y pocas filas de pista ocupadas, sin embargo, supieron sobrellevarlo y, con un show de apenas una hora, se proclamaron como las auténticas estrellas del evento.

Eran poco más de las nueve cuando No Abandones llamó la atención de los asistentes menos interesados, un tema que derrocha energía y pasión. Y eso es lo que transmitió la banda durante toda su interpretación. El concierto prosiguió con temas de sus distintos álbumes, como El Viajero, en la que quedó clara la impecable técnica de los distintos miembros, entre los cuales destaco la habilidad de David Noisel a las cuatro cuerdas.

Para introducir Rubia de Bote, Aller pidió una cerveza de entre los asistentes con los que brindó muy efusivamente antes de seguir con el espectáculo. Durante la interpretación de No Queda si no Batirnos, Dani Aller logró que el público corease con él prácticamente  durante todo el tema, y así fue también cuando tocaron Abre la Puerta, una canción que el cantante introdujo a capela.


Mientras Ars Amandi estuvo en el escenario, interactuó con los fans, los distintos miembros de la banda realizaron peripecias con sus  instrumentos que exaltaron a todo el público y dejaron el listón muy alto, despidiéndose con La Suerte está Echada.

 Fue una actuación muy agradecida, bien ejecutada y que dejó muy buen   sabor de boca, así como un ambiente muy positivo y festivo entre los presentes.

Tras el paso de la banda abulense por La Noche Celta, fueron el grupo de baile y música irlandesa Irish Treble, quienes tomaron el testigo. Los integrantes llevaron a cabo distintas danzas y tocaron múltiples melodías de origen irlandés durante algo más de una hora, para concluir con una versión de Thunderstruck adaptada, tanto por los músicos como por los bailarines, a su género musical.

Ya eran algo más de las once de la noche cuando Celtas Cortos atrajeron a un mayor número de público hacia la pista. El grupo dio lo que se esperaba de ellos; realizó una actuación de algo más de dos horas en las que, mientras recordaban distintos temas de su largo recorrido por el panorama musical, el público sólo coreaba pidiendo 20 de Abril, una de las canciones más populares de la banda.


Fue un show lleno de mensajes y discursos de Jesús Cifuentes destinados a hacer reflexionar a los presentes sobre las distintas crisis a la que se enfrenta la sociedad europea actual, como la acogida de los refugiados o las elecciones generales de este domingo 26 de junio, así como a la gestión que ha hecho el último presidente en funciones, ridiculizándole repitiendo una de sus frases más conocidas sobre el sentimiento español.

En general, fue una actuación tranquila, en la que, como curiosidad, Antón Dávila, junto con las intérpretes de Irish Treble, consiguió hacer bailar a todos los asistentes como, según él, su abuela le había enseñado. También contó con un sentido e impecable solo de violín por parte de Alberto García.

Finalmente, sobre la una y media de la madrugada, los cabezas de cartel subieron al escenario. Aunque llegaron rumores de que Txus di Fellatio tenía intención de sorprender y de preparar un setlist novedoso, Mägo de Oz se limitó a lo básico. Consistió en una interpretación desganada y sin la “Illusia” de la que tanto presume la banda. Sonaron canciones míticas del conjunto, como La Costa del Silencio, Hasta que el Cuerpo Aguante o La Posada de los Muertos, en las que el público se entregó más que los propios intérpretes.

Mägo de Oz estuvo presente, sí, pero no como lo que eran. Dieron espectáculo, aunque fuera más propio del que se puede llegar a esperar de un concierto en una fiesta mayor, que el de un festival de naturaleza celta. También es cierto, que el público estaba dividido en dos tipos de asistentes: aquellos que iban a ver un concierto como fans y melómanos y los que estaban celebrando las fiestas patronales de Zamora, que buscaban solo pasarlo bien, aunque parece que esto solo condicionó el espectáculo ofrecido por esta última banda, que concluyó, por supuesto, con La Fiesta Pagana.

Como reflexión personal, considero que, teniendo en cuenta el tipo de aportaciones que realiza Patricia Tapia en el conjunto, debería ocupar un sitio al frente del escenario, puesto que ella es espectáculo en sí misma y sabe cómo atraer y conservar la atención del público, así como quedarse en un segundo plano cuando el protagonismo debe pasar a un compañero. Creo que le da un cariz más familiar y cercano al espectáculo y eso es algo que, ahora mismo, a Mägo de Oz le hace mucha falta, para así dejar de parecer una marca comercial y reconquistar a su público.

Por otro lado, si la organización pretende repetir la experiencia el próximo año, propongo que se facilite lectores de código QR a los miembros de seguridad encargados del acceso al recinto, así como una rebaja del precio de las consumiciones, que, aunque es la primera edición del evento y hay que hacerlo rentable, tampoco pueden igualarse al Wacken o el Resurrection. Por último, estaría bien facilitar una pulsera o un sello para que los asistentes pudiesen entrar y salir del recinto, puesto que si se quería salir se tenía que volver a adquirir la entrada para entrar de nuevo, según indicó un responsable de seguridad.

En definitiva, fue una noche de reflexión, como he mencionado antes, porque, de nuevo, los grandes nombres fueron aclamados, mientras que las buenas actuaciones fueron ignoradas. Y, llegados a este punto, ya no sé si hay que reeducar al público o seguir dejando que las grandes marcas decidan qué espectáculos (y asistentes) merecen una buena actuación y cuáles no.

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