Toma de contacto con el barco y dos pesos pesados, Quiet Riot y Joe Satriani.
Por Rockberto.
Llevaba mucho tiempo soñando con embarcarme en este crucero. Otros años el cartel me pareció muy bueno, pero lo de este año lo mejoraba de manera ostensible. Desde el momento en que me planteé la posibilidad de ir no sabía si la aventura iba a compensar el esfuerzo. Ahora, una vez pasado todo, os puedo asegurar que ha merecido la pena. Lo primero, quiero dar las gracias a mis acompañantes, mi hijo Miguel y mi hermano Javi, con los que compartí vivencias en el crucero, a mí mujer por apoyarme en todo momento en esta locura, así como las personas que conocí alli como Diego Sixx y Javi Están del Antro del Metal.
Ya le conocía, pero compartí muy buenos momentos con Jordi Pinyol, todo un crack. También me gustaría dar las gracias a unos colegas portugueses que conocí en la cola de la Photo Experience de Steve Harris. Fue un placer compartir esta experiencia con todos ellos.
Lo primero que me llamó la atención al llegar al puerto de Miami fue la larga cola que nos separaba de la entrada al barco, el inmenso “Independence of the seas”. Nunca había visto un ambiente más rockero en mi vida, y eso que he ido a cientos de conciertos. El ambiente que se respiraba ya fuera del barco (sin haber visto todavía ningún concierto) era rockero, es cierto, pero, sobre todo, era de camaradería.
Evidentemente, al ser mi primera experiencia en el Monsters of Rock, yo no conocía a nadie en la cola y añadido esto a mis problemas con el inglés, hacía que mi interacción no pudiese ser muy activa que digamos, pero el resto de los que estaban allí se saludaban como si se tratase de familiares. Pasamos sin ningún problema, una vez acreditados nuestras tarjetas de embarque y pasado el detector de metales.
Sí que hay que decir que la facturación de las maletas fue bastante chapucera, permaneciendo estas en la calle con una mínima supervisión por parte de la organización, si bien es justo reconocer que no tuvimos problemas con las nuestras y unas horas después las teníamos en la puerta de nuestro camarote.
Una vez dentro del barco, unas nociones de seguridad por parte del amable personal del “barquito”, y a ver nuestro camarote que, a pesar de ser interior, no nos decepcionó en absoluto, todo ello para ser un camarote de crucero, claro está. Nada más subir a nuestra planta, la 10ª, tuvimos la primera sorpresa con el retraso en el show inicial de Quiet Riot (casi nada, para empezar el carrusel de conciertos), que, por cierto, nos vino de perlas, para dar una vuelta por el barco, comprobando que el escenario de la piscina no estaba montado, jugando una partidita al ping pong y prepararnos para lo que fue el primer asalto de la maratón que nos había llevado a embarcarnos, nI más ni menos que la banda de Mr. Rudy Sarzo.
Hay que decir que en el barco había tres escenarios principales y dos más pequeños. Entre los principales, un teatro que según he podido saber puede alojar a unas 1.200 personas, un pabellón impresionante llamado Studio B con un aforo también considerable y la cubierta de la piscina al aire libre, donde se puso un gran escenario y cuyo aforo es difícil de determinar. Entre los pequeños, The Viking Crown, con un aforo muy limitado, ideal para conciertos acústicos íntimos y el Star Lounge, una especie de bar mediano con un escenario similar al de una sala pequeña.
Algo que honra a la organización es que el nivel medio de las bandas contratadas para el crucero fue muy alto. Fue muy difícil salir defraudado con algún concierto. En definitiva, se trata de una experiencia única en la que estás integrado dentro de un todo que tiene un frente común, que es disfrutar de cada uno de los conciertos a los que se asiste y en la que el ambiente es lo mejor de todo con creces. Vayas donde vayas, hables con quien hables, todo es amabilidad y buenas intenciones en todo el mundo. Y eso que tengo un problema de idioma que hacía que la comunicación fuese difícil para mí. Además, no hay ningún festival en el mundo (si lo hay, disculpad, pero no lo conozco) en el que estés desayunando y dos mesas más allá esté Steve Harris con su gente o que estés viendo un show y al lado tengas a Gary Cherone y a este se le acerque Jeff Scott Soto para cambiar impresiones y que, de repente, por allí pase John Nyman de Y&T y se una a la conversación. Sin duda alguna, una de las vacaciones de mi vida, de ahí la razón de ser de este número. Pasemos a ver lo que pasó.
En este primer día me encontré con Diego Sixx, persona a la que seguía en Facebook y que era conocido de dos compañeros míos de Dioses del Metal, Nadia y Floopy. Le di saludos de su parte y amablemente, después de charlar un rato del crucero, se prestó a ayudarme en cualquier duda sobre el mismo, ya que no era su primera vez en él. Un placer conocerte, Diego.
Este era uno de los conciertos que yo esperaba con más emoción y era el que iba a abrir el Crucero. Se celebró en el increíble teatro que contiene el barco, que estaba casi lleno.
Hacía justo un año había entrevistado a Rudy Sarzo por Skype y fue una experiencia magnífica, ya que Rudy es un gran interlocutor.
Pero lo de verle en directo es todo un espectáculo. El bajista desprende una energía electrizante, bien sea corriendo de un lado a otro del escenario, bien sea golpeando su bajo con insistencia o tocando su instrumento sobre la cabeza. Pero tal showman necesita una banda que le acompañe en su acción y una buena colección de canciones y eso, precisamente, es lo que no le falta a Rudy.
Es cierto que faltan tanto Kevin DuBrow como Frankie Banali (ambos lamentablemente fallecidos) y Carlos Cavazo a la guitarra, pero no es menos cierto que sus sustitutos cumplen con creces su función.
La presencia de Jizzy Pearl (Love/Hate y una buena carrera en solitario) es imponente y llena la parte de escenario que le deja el citado Sarzo. Además tiene una garganta privilegiada y parece que no pase el tiempo para él, con un nivel vocal altísimo.
Alex Grossi se mantiene en un plano más secundario, pero cumple perfectamente con su función tanto en las rítmicas como en los solos de guitarra. Si encima tienes un batería tan competente como Johnny Kelly, que entre sus créditos incluye a Type O Negative o Danzig, pues imaginaos el nivel de banda que teníamos ante nosotros.
Gran parte del show lo basaron en su disco de máximo éxito, “Metal Health” y así para empezar lo hicieron con “Run for cover”. Ya ahí nos dimos cuenta todos que la cosa prometía y mucho, con una banda entregada y un público todavía recién llegado y ávido de música también muy entregado. Siguieron con una muy festiva y coreada “Slick black Cadillac” que fue el primer momento de gran emoción de todo el crucero (habría muchos más, por supuesto). Le siguió la primera versión que harían de Slade, con la que consiguieron gran repercusión, “Mamma weer all crazee now” de Condition Critical, ya con un público entregado a la causa.
A partir de ahí todo fue una fiesta en la que incluyeron hasta una canción de Love/Hate, “Blackout in the red room”, que no desentonó en absoluto con el resto del repertorio. Otras canciones de Metal Health se pasearon por el escenario como “Let´s get crazy”, “Thunderbird” o “Love´s a bitch”.
Para el final dejaron los platos fuertes, una gran descarga de adrenalina con “Cum on feel the noize” (nuevamente Slade aparecían), el tema que les encumbró directamente al número uno en USA, y la fantástica “Metal health”, con esa cadencia inicial y ese estribillo adictivo, con la que despidieron un show fantástico. Un comienzo de crucero fantástico.
Una de las penas de este crucero han sido las horas cruzadas de distintas bandas.
En ocasiones se cruzaban hasta tres conciertos a la vez e incluso sesiones fotográficas en las que tenías que soportar largas colas para poder hacerte unas fotos con algunos de tus ídolos. Por otra parte, esto es maravilloso para los fans que como a mí nos hace ilusión. En cuanto a los conciertos que coinciden en hora, te plantea la duda de a cuál de ellos acudir.
En mi caso, tuve la desgracia de perderme a Y&T por no saber bien cómo funcionaban las cosas en los primeros días. Con la experiencia de días posteriores podría haber visto parte de su show, pero no fue así. Me consuela que ya les vi en Madrid hace unos años.
En cuanto a Armored Saint, aunque no era una de mis preferencias fundamentales, sí que quería ver uno de sus shows. Por desgracia, su primer show coincidió en gran parte con el horario de Joe Satriani y su segundo show fue en el Pool Stage (la piscina al aire libre). Cuando me disponía a presenciar el show ese último día, empezó a llover, por lo que entre las inclemencias meteorológicas y el cansancio acumulado de todos los días anteriores, no les vi.
El primer día, a pesar de coincidir en parte con Joe, sí que pude ver algo del show y aunque nunca he sido un seguidor a ultranza de la banda, sí que tenía ganas de ver a John Bush sobre un escenario.
Y lo que vi no me decepcionó en absoluto. Una banda contundente y compacta, con un John Bush impresionante y en forma que llena por sí solo el escenario. Se nota que todos los componentes de la banda llevan muchos años juntos (incluido Bush, a pesar de su fantástico paso por Anthrax) y que se compenetran perfectamente. Pude ver sólo el principio y entre los temas que pude oír estaban “End of the attention span”, “Chemical euphoria” y “Left hook from right field”, que sonaron fantásticos.
Nuestra siguiente cita era otro de los platos fuertes del crucero. Ni más ni menos que Joe Satriani, que, además venía muy bien acompañado, como veréis más abajo.
El show era en el teatro de nuevo y al principio había media entrada, pero poco a poco fue acudiendo gente hasta llegar a unos tres cuartos de entrada, más o menos. Unas mil personas, calculo.
Lo de este hombre es de otro mundo. Parece que sus manos son dos prolongaciones de esa guitarra que tanto le ha dado.
Siempre he pensado que los guitarristas que desarrollan una carrera en solitario de discos instrumentales al final terminan cansando. Esto me ha pasado hasta con mi guitarra favorito, Steve Vai (precisamente discípulo de Joe), pero verlos en directo es una experiencia muy distinta a ponerte el disco en casa, ya que los percibes en su salsa y ves que lo que hacen no es artificial y hecho en un estudio a la décima toma. No, Satriani es un virtuoso en toda regla que si hubiese vivido en otro siglo sería considerado un clásico.
Enseguida quiso meterse en el bolsillo a todos los allí asistentes con tres cortes de su afamado “Surfing with the alien”, nada menos que “Ice 9”, la propia “Surfing…” y la increíble “Satch boogie”, con una lección increíble de tapping.
La siguiente fue “Sahara”, un tema de su álbum “The Elephant of Mars”, mucho más sutil que los anteriores y en el que, aunque sea evidente por su nombre, las influencias orientales salen a relucir. Hace un momento hablábamos de la banda que llevaba.
Pues bien, llevaba ni más ni menos que a una leyenda de la batería como Kenny Aronoff que ha sido el batería de John Fogerty durante años, además de colaborar con otras leyendas como Rod Stewart, The Rolling Stones, Lynyrd Skynyrd, Elton John o B.B. King entre muchos otros. Ni que decir tiene que su labor fue sobresaliente aplicando su solvencia y fuerza a las necesidades de cada tema.
Acompañando a Kenny en la base rítmica estaba Bryan Below al bajo, que lleva con Joe desde 2013 y que ha acompañado también a Steve Vai, además de formar parte de la banda The Aristocrats.
Alternando la guitarra rítmica y los teclados estaba también Rai Thistlethwayte. Todos ellos con una labor brillante.
Por allí se dejaron oír también la bluesera “Big bad moon”, que creo recordar que fue la única en la que cogió el micrófono para cantar Joe y que si la hubiesen firmado por aquellos maravillosos años 80 ZZ Top no nos hubiese extrañado, la festiva “Summer song” del disco “The extremist”, una maravilla de melodía que casi cerraba el show y “Flying in a blue dream” del disco del mismo título que dio un respiro a tanta guitarra rockera, ofreciendo un perfil más clásico.
La guinda del pastel vino cuando Satriani invitó al escenario a Joel Hoekstra para interpretar “Going down”, versión de “The Alabama State Troopers” en la que ambos guitarristas se lucieron de lo lindo.
Otro de los conciertos del crucero, sin duda.
Soy admirador de la escena escandinava desde que empezó, pero he de decir que no he seguido la carrera completa de ninguna de las bandas, básicamente por falta de tiempo para abarcar todo lo que quiero abarcar.
Crashdiet fueron una de las bandas que comenzó con este movimiento y la fuerza que transmiten en sus temas hacen que, sin duda, sean un reclamo para ir a verles.
Así que, ahí estaba a las 9 de la noche en el Studio B para disfrutar de una nueva descarga. Hay que decir que la banda tuvo un par de cambios que afectaban a la voz principal y a la batería. Esto que para otro grupo podría haber supuesto una cancelación no fue motivo de ello y la banda, muy profesionalmente tiró para adelante.
Concretamente, de la voz se hizo cargo unos días antes John Elliot que venía siendo el vocalista de la banda Confess y de la batería Michael Sweet (no confundir con el cantante de Stryper), hermano de Martin, también de la banda. El cuarteto se completa con Peter London.
En estas circunstancias, decir que la banda transmitió una gran fuerza no les haría justicia. Parecía una banda que llevaba años junta y aunque tuvieron que soportar algunos problemas técnicos como que durante un tema no sonase el micrófono, se sobrepusieron con gran profesionalidad.
El sleazy rock que practican parece que gusta mucho por aquellos lares y las primeras filas del Studio B saltaron de lo lindo, porque además la banda transmitía una energía que lo propiciaba.
El set list lo compusieron 13 canciones, entre las que disfruté mucho “It´s a miracle”, con esas melodías tan pegadizas y la fuerza de “Native nature”. Decir que todo fue perfecto tampoco sería justo porque John tuvo dificultades en alguna canción para llegar a algún tono, pero teniendo en cuenta que llevaba unos días en la banda no me parece nada destacable.
Además, la guitarra en ocasiones no sonaba lo suficientemente alto, cosa que se apreciaba bastante en los solos, lo cual deslució parte de la actuación. Acabaron con “Breakin´ the chainz”, “Queen obscene” y “Generation wild”, dejando un gran recuerdo entre los que allí nos encontrábamos.
Después de hacer un merecido break para cenar, nos dispusimos a ver un show de versiones en un escenario más pequeño, llamado Star Lounge, que es una especie de bar con escenario.
Allí nos esperaban las chicas de Paradise Kitty, con su repertorio de covers de Guns n´ Roses. Quizás si este show hubiese sido un concierto aislado fuera de toda esta locura que se llama el Monsters of Rock Cruise, habríamos disfrutado más de su actuación, pero a tenor de los grandes conciertos que habíamos presenciado ese mismo día, y eso que era el primero, en la comparación salían bastante perjudicadas.
Y no es que lo hagan mal, ellas le ponen todo el corazón, pero ni siquiera el repertorio que eligieron hacía que la cosa te pusiese a tono.
Con todos los grandes temas que tienen los gunners, incluir en una actuación de poco más de 45 minutos, 3 de las versiones que hace la gente de Axl, Slash y Duff, pues yo creo que no tiene mucho sentido.
Así, cayeron en el setlist “Mama kin”, “Knockin´ on heaven´s door” y “Nice boys”, cuando se podrían haber elegido canciones propias de la banda.
De las propias, interpretaron “Outta get me”, “Use love her” y “Nightrain” en la que invitaron al escenario a una guitarrista, que según creí entender, formaba parte de Burning Witches y The Iron Maidens, y hay que decir que la cosa mejoró ostensiblemente.
Aún así, pasamos un buen rato recordando unas canciones que marcaron mucho mi juventud, ya muy lejana.
Con un sabor de boca increíble por lo vivido ese día, nos fuimos a nuestro camarote a descansar, que el día que se nos venía encima al día siguiente era muy, muy intenso.