Los dados están en el escenario. ¿Triple seis?

Antecedentes. 

Finalizada la primera batalla suprema contra los Cuatro Jinetes del Aburrimiento, nuestro Dios Crom convalece de sus heridas, la hazaña pudo haberle costado cara. Metalparca nos relató parte de la misma en el anterior episodio, ahora llega la última entrega del mismo, épica y en distintos escenarios, en donde se detalla lo acontecido.

Templo del Metal. Hospital de Campaña.

Llevaba horas andando entre la niebla, perdí la noción de cuántas, cuando en mitad del bosque me llegó un tufo nauseabundo, había un claro grande y despejado, donde en lugar de árboles, el suelo estaba por completo sembrado de tumbas. Eran como pequeños montículos de tierra, que se alzaban medio desechos por la acción de las lluvias, dejando entrever restos humanos. Cubiertos de despojos de guerra, los allí enterrados habían sido hombres muertos en combate. Los restos metálicos estaban ennegrecidos y los demás, impregnados de humedad y desteñidos. Las mismas cruces de madera, donde se posaban cuervos,  marcaban las tumbas estando semi caídas y ofrecían un aspecto lamentable. Todas estaban esparcidas en completo desorden, como si hubieran sido enterrados apresuradamente,…..

– ¡Por Odín!, vaya sueño más macabro, balbuceó el Dios Crom al despertar de su letargo. Diablos, tengo las garganta seca. Metalparca, dame algo de beber, por ejemplo… un resucitador espirituoso, alta graduación, por favor.

No se había separado de él en las cuatro noches que había durado la fiebre, le había limpiado las heridas, cambiado las vendas, humedecido los labios, todo por salvar al primero entre iguales, porque ¿qué sería de nosotros si Crom desapareciera?.

– Venga, no me mires así, tráeme esa bebida y llama a todos, quiero que me sigas contando el resto. ¿No pretenderás…. que me quede sin saber cómo finalizó todo?

Instantes después, estábamos allí, rodeando su camastro y sonrientes porque Crom se bebió el primer brebaje de una sola sentada, buena señal.

– ¿Y Nuri y Valkiriana, mis Diosas del Metal, todavía están afilando sus hachas?

– Se marcharon juntas hace dos madrugadas, con algunos de los Thrashers y Heavys. Dijeron que aún no habían derramado suficiente sangre y querían alcanzar a los rezagados, ya volverán. Comentó el Dios Mike Young.

Centro del escenario. Tres Dioses observan la primera tirada.

El impacto de las hordas del Pop, el Jinete más poderoso, fue brutal. Tanto, que la media luna creciente de los progresivos del Dios Moralabad apenas aguantó en esa posición unos instantes y se combó hacia el interior rápidamente, tensándose al límite. Todo había sido demasiado rápido, pensó. Rockberto y sus rockeros estaban detrás, pero no lo suficientemente cerca. Debían aguantar, hacer retroceder el centro en orden y no disgregarse. No se lo pensó, alzó su estandarte y mandó un mensajero a Crom.

– ¡Por todos los Dioses del Metal!, exclamó el Dios Rockberto, mientras cercenaba la cabeza de un popero que había logrado traspasar las líneas. ¡Ya están aquí¡ maldita sea, ¡¡Rockeros, adelante, rápido, a la carrera, cubrid huecos!! Dios Christian, sígueme, no te separes.

Como poseídos por el mismísimo Lucifer, todos ellos avivaron el paso, dejando algunos cadáveres por el camino, chapoteando entre charcos de sangre y vísceras, llegaron al frente y sujetaron la línea. ¡Siempre Rock!, rugieron al unísono.

Allí estaba él, poseído por la furia de las gorgonas, separando cráneos de aquellos que osaban retarle y rodeado de sus incondicionales, Moralabad observó como los rockeros cerraban los huecos y suspiró aliviado. Sus grupos estaban en las últimas, seguían retrocediendo, pero al menos lo hacían más lentamente y siempre quedaban las bandas underground argentinas y los despojos del Death, Black y Speed. Aun así, presentía el peligro, por lo que esperaba ansioso la reacción de Crom a su mensaje.

Izquierda del escenario. Dos Dioses observan la primera tirada.

Un torrente de fuego y destrucción acompañaba la acometida de los Dioses Newhunter y Rob Jalford. Veloces como el rayo, fueron directos al corazón del Dance, cuyas tropas los esperaban impasibles, en un sepulcral silencio. ¿Cuál es el efecto cuando una inmensa fuerza en movimiento choca contra un muro inamovible? Caos y destrucción. El impacto fue salvaje, pero una vez traspasadas las primeras líneas y repuestas del choque inicial, los Dance entonaron melodías de guerra y sus campeones avanzaron a vanguardia buscando a los Dioses.

– ¡Eh, tú!, gritó el Dios Rob Jalford cuando localizó en la vorágine al segundo Jinete. Voy a decorar mi Gibson con tus huesos, dijo mientras lo señalaba con su espada.

Dicho esto, Rob avanzó dos pasos lanzando un profundo tajo al frente, a la altura del vientre, pero fue neutralizado y respondido con un violento hachazo, que impactó en su escudo de roble, crujió y su sacudida casi le hizo perder la posición. Recuperándose enseguida, amagó una estocada hacia la derecha, logrando introducir un buen palmo de frío acero en el muslo izquierdo de su oponente, que cayó al suelo con ojos lívidos. Y hubiera descendido directamente al Hades, si no hubiera sido porque media docena de Dances se interpusieron en su camino. Los mató a todos, sin piedad, pero el Jinete escapó, dejando a los suyos bailando con la Muerte.

Newhunter y sus Powers nipones seguían dando cuenta de cientos, cuando en cuestión de minutos, una vez que vieron a su líder huir herido, las hordas perdieron su consistencia y empezaron a desmoronarse, la tirada había sido “seis”. Ahora solo quedaba reagruparse y cargar contra el centro del Pop, si es que todavía seguía allí.

Derecha del escenario. Dos Dioses observan la primera tirada

El tercer y cuarto Jinete, el Reguetón y el Rap no esperaron a que se les echaran encima, avanzaron por la llanura para enfrentarse cuanto antes a esos melenudos, los Heavys de los Dioses Luishard y Valkiriana. En dos gigantescas cuñas, cuyos vértices eran ellos mismos, llegaron como una ola de lava que arriba a un muro de roca. Miles de bandas, músicos e instrumentos, luchando y muriendo en combates singulares, en un mar de sangre, excrementos y acordes de dolor. Tal como habían presentido los Dioses, el cobarde Reguetón y el inconsistente Rap, no fueron rival. Cientos de músicos cayeron bajo el empuje del Metal Pesado, quizás incluso fue demasiado fácil, o no, porque una lágrima de rabia y desolación recorrió el rostro de Valkiriana, al sentir tanta muerte alrededor, muchos eran los caídos. Vieron el dado, un “seis”, sin más juntaron sus fuerzas y se lanzaron hacia la retaguardia del Pop.

Colina del Riffeo asesino. Posición dominante tras el escenario de las Bandas de los Dioses del Metal.

El sol ocupaba ya un lugar prominente, hacía varias horas que el combate había comenzado y todo eran miradas de incertidumbre e impaciencia por noticias. La tensión se palpaba en el altozano, el Dios Crom, su Guardia Personal,  Nuri y sus Thrash, Mike Young y Metalparca oteaban el centro del esnenario esperando ver una señal, un signo de victoria. Un jinete, a la velocidad de un acorde Speed de guitarra, llegó a la altura de Crom.

– ¡Señor!, alcanzó a decir con la voz entrecortada. Señor…, el centro…., se hunde,….Moralabad….refuerzos…

– Tranquilo muchacho, respira, ¡por Thor!, y dime algo coherente.

– El centro, Señor, se hunde poco a poco,… el Pop es muy poderoso. A pesar de los esfuerzo de los Rockeros y de las tropas del Dios Christian,… puede que no aguante hasta el final…. Nuestro Dios Moralabad teruega que mandes a la reserva cuanto antes.

Miró a Nuri, sus ojos se encontraron en lo que pareció una eternidad. Ésta se ajustó el yelmo y asintió. Mike Young ya estaba preparado hacía minutos, su sangre hervía por combatir. Los tres, todos a una, junto a los Thrashers y la Guardia, se lanzaron colina abajo como un ariete, a galope tendido, había que llegar cuanto antes.

Centro del escenario. Seis Dioses observan la primera tirada.

Las Bandas underground argentinas abrieron sus líneas al oír el ¡¡siempre Metal!! A sus espaldas, para que pasara como una exhalación la ola de guerra comandada por Crom. Death, Black y Speed junto a los Rockeros y lo poco que quedaba del Progresivo estaban, hacía ya tiempo, luchando en una amalgama de sudor y sangre contra los poperos. No había orden, ni posiciones definidas, solo torneos de campeones, conciertos individuales y muerte por doquier. Aquella oportuna intervención de la reserva, coincidiendo con la llegada por la espalda del resto de Dioses al frente de sus Bandas, hizo ver al primer Jinete que la batalla estaba perdida. Sin más, agarró un caballo abandonado y seguido de unos cuantos incondicionales, logró abandonar el combate, dejando a los suyos morir por unas melodías hace rato derrotadas. ¡¡¡Victoria, un seis, victoria!!! Un saludo metálico a todos.

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