“Slayer y Parkway Drive no entienden de tormentas”
Texto Jose Meh (verde) y Zoe Lilith (naranja)
Fotos Zoe Lilith
Tras una warm up calentita, tocaba afrontar el primer día gordo de festival, con el atractivo de ver el que sería el último show de Slayer en nuestro país y con la producción más bestia que jamás han traído, acompañados por una de las bandas más demandadas en la historia del Resurrection Fest, los australianos Parkway Drive, que vienen trayendo un show espectacular a nivel de escenografía.
Pero eso era por la noche y, tronco, durante el día pasaron un millón de cosas. El microclima de Viveiro, único en el mundo, nos deparó cambios frenéticos de temperatura cada cinco minutos, pasando de querer una cerveza fría a un café calentito continuamente. Con un solazo mega-cabrón y jodidamente afilado cayendo sobre nuestros rostros, entramos en faena a las 15:00 para ver a los mallorquines Trallery, servidor ya los conoce de sobra, los he visto una decena de veces y he podido ver su meteórico crecimiento como músicos, como personas y como banda muy de cerca. Es una gente que nunca decepciona y lo volvió a demostrar con un magnífico concierto que serviría para inaugurar el monstruoso Main Stage. El escenario principal es peligroso, pues lo he visto devorar a bandas muy buenas por sus estratosféricas proporciones, ante las que no todo el mundo puede luchar. Pero eso a Trallery se la suda, dieron el concierto que mejor saben, metiendo tralla sin parar, lanzando temas de su último trabajo Spiritless, como Scavenger Crow, Evil Pride, la propia Spiritless o Hunt To Kill entre otros, y dejándose el alma. Humberto (voz/bajo) interactúa mucho con la peña, siempre lo hace, y tanto él como Biel (guitarra) como Sebas (batería) disfrutan de lo lindo cada vez que se suben a un escenario, se les ve en las caras, es su momento de felicidad y te la contagian. El sonido fue bastante bueno en general, no recuerdo la ultima vez que Trallery sonaron mal, aunque hubo un problemilla técnico que hizo que la guitarra no se escuchase del todo bien en Collateral Damage, el tema que cerraba el bolo, y me jode, pues es un riffaco que me hipnotiza cada vez que lo escucho. Quitando ese detalle, los mallorquines abrieron el escenario estrella con maestría, con un bolo más que notable y que dejó muy satisfechos tanto a los fans que corearon los temas, como a los entusiastas que inauguraron los circle pits como a más de un curiosete que se acercó a verlos.
Los chicos de Meltdown son unos fieras en cuanto a mover masas se refiere y nos sorprendieron sobremanera a muchos debido a la cantidad de gente que juntaron a pesar de lo temprano de la actuación. A pesar de los fallos de sonido del Ritual, que desagradó a los asistentes y la banda, ya que el mismo problema se repitió varias veces en muy poco tiempo. Pero una vez solucionado nos dieron caña a tope con su limpio sonido al ritmo del Metalcore/Hardcore, dejándonos claro por qué están entre los cabezas del género a nivel nacional.
Amenizando la espera para Cane Hill, pude echar un rato cojonudo viendo a lo lejos el enérgico bolo de Meltdown, cuyo sonido desde la distancia iba y venía, pero que de cerca atronaba de cojones con temas como Rip Out My Eyes, Skulls of Stone o la versión, brutalizada, del One Step Closer de Linkin Park. Me queda pendiente verlos más de cerca y sin problemas la próxima vez, que seguro que no tardará en darse. Pero bueno, ahora tocaba volver a pegarse al escenario principal para uno de esos conciertos que llaman la atención y que engordan un cartel, pues los Nu Metaleros americanos Cane Hill visitaban nuestro país por primera vez, como bien se encargó de recordar su vocalista varias veces, y lo hicieron con un show bien cargado de energía y buen feeling. La primera vez que escuché el nombre de la banda fue cuando los confirmaron para el festi y, tras un par de vueltas a su reciente álbum Too Far Gone confirmé que había que verlos pese al doloroso solape con Electric Monolith. Abrieron metiendo buena cera con (The New) Jesus y Lord Of Flies, ambas del mencionado álbum y reclamando al personal que armasen un circle pit que saliera hasta en los telediarios. No fue el caso, pero hubo hostias a mansalva, que ya es. También te digo que al público del Resu no hay que pedirles circle pits, se montan solos aunque toques baladas de Scorpions. Más temas cañeros, con una banda que no paraba de moverse e interactuar con la peña, como It Follows, Gemini o Singing in the Swamp, que ellos mismos destacaron como una de sus favoritas, siguieron generando gestos de aprobación entre el público, que acabó por dejarse el cuello con la ya considerable como himno Too Far Gone. Al final, Cane Hill dieron un buen show, que dejó un agradable sabor de boca a más de uno y que seguro que les abre definitivamente las puertas a volver a acercarse a nosotros de gira.
Mientras tanto, era el momento de que Kause 4 Konflikt arrasaran el Ritual Stage al ritmo de su autodenominado estilo ‘offensive thrash warcore’ con el cual un poco más y nos dejan sin energía para más conciertos, pero sí con ganas de seguir con ellos a saco. A pesar de no tener una puesta en escena llamativa, nos demostraron que más vale talento que una imagen espectacular que pudiera llegar distraerte de lo que es realmente importante, la música.
Sin tiempo para relajarse y antes de que se produjera un fenómeno meteorológico conocido como “Viveiro cambia de tiempo cuando le sale de los coj***”, tocaba meterme en el Chaos Stage, más conocido como «la carpa», para ver a otros viejos conocidos isleños, Main Line 10, la banda mallorquina de Hardcore Melódico que venía presentando The Fox, su más reciente trabajo discográfico. Quienes les conocemos, sabemos que esta gente en directo son un seguro de caña y diversión, se lo pasan de puta madre sobre el escenario y te lo hacen pasar bien a ti. Además, tengo bastante claro que esta fue la mejor vez que los vi (y van unas cinco) y la que más disfruté. Abrieron a fuego con Who Am I? de su anterior The Sharks para seguir con BlackBird y el single de su último trabajo, Survive, cuyo coreable estribillo la van a convertir en un clasicazo de la banda. Eran pura energía, Adri Jiménez transmite felicidad cuando se sube al escenario, joer, basta que le miréis a la cara cuando los volváis a tener en frente, es el tipo más feliz del planeta cuando se sube a un escenario. Siguieron a full con su setlist de temas cortos, cañeros y directos, Signals, Rise And Fall, System Failure… así hasta llegar a su habitual cover del Wonderwall de Oasis, tremendamente acelerada y que personalmente no me apasiona (también es que le tengo una tirria brutal a la original) pero siempre queda divertida. Antes de acabar, el ex-guitarrista de la mítica formación mallorquina de punk-rock No Children, se subió a tocar su tema ¿Quién Soy Yo?, que dejó paso a la final Phoenix para cerrar un bolo muy divertido, como suele ser, de Main Line 10.
En el Main Stage, los nipones Crystal Lake vinieron a dejar claro quiénes son, por si aún había algún despistado que no los conocía. La marea de gente haciendo mosh pits, walls of death y sobretodo crowdsurfings fue un descontrol y una pura demostración de entrega por parte de los fans. Simples en el escenario, pero con un sonido desgarrador en el Main Stage con unas melodías combinadas con la fiereza del deathcore y una técnica impecables. Los chicos de Ryo avasallaron con todo a su paso entre temas como Apollo, Agony o Lost in Forever. Además, lo hicieron estando en plena gira Route Resurrection por nuestro país, presentando Helix, su último trabajo de estudio.
¿Quieres relajarte? Amigo, esto es el Resu, tienes cuatro escenarios y en todos tienes acción y, además, pedazo de alcornoque, no te vas a perder a Bones Of Minerva, una de las formaciones más interesantes que ha parido la escena nacional en los últimos años. Yo las descubrí de casualidad, en un viajecillo a Madrid en el que pillé un bolo suyo abriendo para otra banda, y quedé prendado de su inclasificable estilo (incluso llegué a pasar olímpicamente de la otra banda). Esta ya era la tercera ocasión que me encontraba con la banda de la capital y, joder, es que cada vez crecen más y más. Bajo un cielo que cumplió su amenaza de derrumbarse, el peculiar vozarrón de Blue y el personal estilo de la banda mantuvieron a la gente frente al Desert Stage que, con el aguacero que estaba cayendo, parecía de todo menos un ‘desert’. Maldita sea, tenía agua hasta en los calzoncillos, pero daba igual, eso fue para verlo. El directo de Bones Of Minerva es pasión, honestidad, sinceridad, desnudan su alma para transmitirte una música con un mensaje muy real tanto en temas como Privilege como en su nueva canción Madre, las cuales pude escuchar en directo por primera vez y, joder, cómo sonaron y cuánto transmitieron. Ellas aguantaron el tipo, nosotros también, pero el escenario no (tampoco le culpo al pobre) la cantidad de agua que le cayó hizo que petara y nos cortase el rollo justo cuando Overcoming, último tema, alcanzaba su brutal punto álgido del final. Tras unos minutos de incertidumbre se recompuso y Bones Of Minerva pudieron terminar el concierto por todo lo alto, como merecía el enorme despliegue de recursos que realizaron. Esta banda llegará muy lejos porque lo tienen todo, desde la capacidad para hacer una música muy personal hasta una humildad que te salta las lágrimas, basta ver hasta donde han llegado en tan poco tiempo para ver que les queda un bonito camino por recorrer.
Por otro lado, el Chaos Stage le dio una enorme y calurosa acogida a Kitai, aún con el fresquito que estaba empezando a entrar con la lluvia, previa al tormentón que se avecinaba. Mientras, estos chicos encandilaron a las masas con su característico sonido de Rock Alternativo y una puesta en escena con muchos juegos de luces, además de que el batería salió sobre una plataforma a tocar encima del público. El sonido era tan bueno que te llegaba al alma y, aunque la banda tiene un rollo rato, tiene algo que te anima a que te quedes a verlos. No son excesivamente duros, pero lo que transmiten tampoco es que sea flojo y, a pesar de algunos problemillas de sonido, todo les fue como la seda.
Procuré secarme lo antes posible porque, iluso de mi, creía que eso había sido toda la lluvia del día, y quise acercarme a ver a Altarage en el Ritual Stage pero llegué tarde, maldita sea, al menos pude ver terminar su oscuro show, que encajaba más a la noche, con ese aura misteriosa que rodea su agónica propuesta de Death Metal deudora de unos Portal y que debió dar 40 minutos abismales. A la próxima voy aunque tenga que nadar en el fango, lo prometo. Pero bueno, al menos pude posicionarme correctamente para ver a Gojira, una banda que a ratos me flipa y a ratos me aburre, es una cosa rara lo que me pasa con los franceses que, desde luego, se han forjado una carrera brillante con una discografía muy completa más allá de lo que te guste su propuesta. Su directo, en cuanto a sonido, suele ser una apisonadora pese a que la voz del amigo Joe Duplantier tiene sus días buenos y no tan buenos, no le culpo, meter voces guturales/rasgadas mientras toca lo que toca tiene su mérito y es jodido, pero bueno, el show estuvo guay, columnas de humo que competían con la densa niebla que acariciaba Viveiro, luces frenéticas al ritmo de los riffs y temas de alto calibre como Oroborus, Stranded con su carismático riff o la infalible Flying Whales tenían a los incondicionales moviendo la cabeza como locos. La puesta en escena era mastodóntica y Gojira, tras varias visitas, tienen al público del Resu ganado. El concierto se vino arriba hasta que Mario Duplantier (batería) acabó haciendo crowdsurfing entre bromas de los compañeros en plan de “devolvedlo entero, que no hemos terminado la gira”. En fin, L’Enfant Sauvage (el tema que me descubrió a esta peña), la emotiva The Shooting Star y Blow Me Away, extendida hasta que se apagaron las luces, dieron por terminado otro notable concierto de la banda francesa que, como ya he dicho, a veces me mola y a veces no, tengo una relación rara con ellos pero lo cierto es que, cada vez que me los cruzo en directo, vuelvo a la parte en la que los quiero. Cosas del amor, supongo.
Entre tralla y tralla y con la lluvia volviendo a la carga, tocaba volar un ratito con Toundra, a los que había visto dos meses atrás en Palma y con los que siempre es un gusto encontrarse. También lo debieron ver así los Resukids que compartieron escenario con ellos. Toundra en directo son un periplo mental maravilloso, cuando se sacan temas como la prodigiosa Tuareg, entre los riffacos de Cobra y el grueso sonido de Cruce Oeste, el rollo que llevan te hace desconectar de todo lo que te rodea y quedarte a solas con la música que desprenden sus cuatro instrumentos. La chavalada sobre el escenario y los capullos que estábamos en frente lo pasamos teta, una vez más, con esta maravillosa banda, que volvió a demostrar por qué es una de las más internacionales que tenemos.
Y aquí es cuando el cielo se puso cabrón. La tormenta eléctrica se puso tocapelotas y dijo «no me largo hasta que toquen Slayer». Tampoco la puedo culpar, nadie quería perderse el último show de los de Tom Araya y Kerry King en nuestro país, ni los que nos comimos 56781 litros de agua, los que esquivamos los rayos como el pokemon de turno que se las ve con Pikachu ni la propia tormenta. Con esto de las giras de despedida y tras los múltiples ejemplos de gente como Kiss, Manowar, Scorpions u Ozzy uno siempre tiene el resquemor de “no creo que sea la última pero… ¿y si lo es?” y viendo que Tom Araya está de vuelta de todo, uno se lo puede creer. De hecho, la tormenta que le dió un aire extremadamente épico al show le sumó puntos, porque el cantante de origen chileno estaba de mal humor, como de costumbre, interactuando poco, como de costumbre, pero con un gasto de voz y un sonido de la hostia, también como de costumbre. Total, tras 45-50 minutos de retraso, con la organización del Resu sugiriendo que evitásemos que no nos refugiáramos bajo un árbol o una estructura metálica (lógico, claro, pero acojonaba ver que toda la infraestructura del festival es puro metal, nosotros también éramos puro metal y alrededor todo eran árboles..), finalmente Slayer dijeron «tronco, paso de esperar» y salieron a cara de perro con Repentless y World Painted Blood a atronar como cabrones, cogieron a la tormenta y se la cepillaron. Araya estaba encabronado, sí, pero lo cierto es que tampoco suele ser el tío más simpático del planeta cuando hace sol, y mientras suelte temarracos como los clasicazos slayerescos tipo War Ensemble, con la peña gritando el «war suppooooooooort» que acojonó a la mismísima tormenta, Seasons In The Abyss o Hell Awaits que se enfurruñe lo que quiera. Era jodido armar mosh pits sin hundirte en el barro, el césped del campo de futbol de Celeiro aguantó como un jabato pero luchar contra un aguacero y el público del Resu es jodido, amigos. Eso sí, nada impidió a la peña dejarse la piel con las miticazas South Of Heaven, Raining Blood o, claro Angel Of Death con la escenografía más bestia que jamás tuvo Slayer en nuestras tierras. Al final todos los elementos se unieron para hacer que la despedida de una de las formaciones más influyentes de la historia del Metal fuese más épica de lo que ya iba a ser y, si realmente fue la última vez, Slayer, gracias eternas por todo.
Pues resulta que Parkway Drive se merendaron al resto de bandas del día, leyendas incluidas. Desde el principio vinieron a dejárselo todo en Viveiro. Empezó con una intro, con un video de ellos mismos preparándose para salir al escenario nos presagiaba un poco lo que se nos venía encima con su show. Sabíamos que venían con la producción al completo, pero no hasta qué punto iba a ser espectacular aquello. Una cuenta atrás hizo que salieran entre el público, desde la zona de Pandemonium. Con un cordón de fuego formado por varias personas encapuchadas y antorchas prendidas, se hicieron un pasillo hasta el escenario, al que saltaron con una firmeza y un poderío con el que pocas bandas pueden competir. La gente estuvo flipándolo en colores y, desde ese momento, los chicos no dejaron de sonreir en todo el show al ver que el recinto estaba a reventar de gente saltando, gritando y cantando las canciones. En definitiva, viviendo el show de unos Parkway Drive super agradecidos y que tuvieron una puesta en escena bestial, con un sonido perfecto y unos juegos de luces y humo, además de la pirotecnia en temas como Crushed. Además de ese, Wishing Wells, Prey, Carrion, Bottom Feeder y muchos más acabaron por reventar el Main Stage como nadie lo había hecho aún. Sin duda, fueron los reyes de la primera gran jornada del Resurrection Fest.
“Always the Hard Way” o “Keepers of the Faith” fueron dos de entre los temazos de Terror, unos clásicos del festival, que hicieron temblar el Chaos Stage a pesar de la tormenta que acababa de azotar a Viveiro. Algunas ecualizaciones muy exgeradas de repente en los bajos, de repente no, pero quitando eso, los fans lo dieron todo y se entregaron de lleno a la banda de Scott Vogel.
Pero la fiesta aún no había terminado, porque con The Adicts, estaba más que asegurada. Un impecable repaso al repertorio de Pete Dee tras la friolera de 40 años de carrera a sus espaldas, pero nada les quita el ánimo ni las fuerzas y mucho menos para transmitírnoslo por todo lo alto. Fuck It Up”, “Chinese Takeaway”o “Viva la Revolution” fueron algunos de los temas de su setlist, que se nos hizo demasiado corto. Además del plus de tener un sonido limpio y claro con una puesta en escena maravillosa con los juegos de luces y la vestimenta del vocalista.
Y, finalmente, acabamos la noche con una espectacular misa negra de la mano de los polacos Batushka. Black metal ortodoxo, que parecía pre-grabado, ahogado entre la espectacular y cuidada puesta en escena con los altares y las velas y el humo, sobretodo la enorme cantidad de humo. Tristemente la poca cantidad de gente, que se marchó tras la tormenta y el desgaste en otras bandas como Crystal Lake, Slayer y sobretodo Parkay Drive, hizo que le pasara factura a su actuación. Imagino que tampoco ayudó el culebrón que ha protagonizado la banda en los últimos meses, que ha acabado por desgastar a muchos fans como a un servidor.