«Gran noche de rock setentero»
Crónica de Rockberto
Tenía muchas ganas de ver a los suecos Jetbone. Su último disco, «Magical Ride», me gustó mucho y quería ver si en directo la banda era capaz de defender los temas como se merecen por la calidad que atesoran.
Lo primero que he de decir es que la sala presentaba una buena entrada, nada que ver con otros conciertos en los que habíamos estado en familia en este misma sitio, de lo cual me alegro ya que es bueno para que se mantenga la escena de la ciudad.
Sobre las 10:15 horas saltaba el grupo al escenario. Todos ellos son muy jóvenes, lo cual puede ser un handicap en muchas formaciones que practican este tipo de música, pero que ellos, por su potencia y actitud lo convierten en una ventaja. La imagen que presenta el grupo es bastante Hippie, salvo el teclista.
Para los que no les conozcáis, digamos que Jetbone podría ser una mezcla de The Black Crowes y los Primal Scream de su disco sureño. Muchos otros los comparan con The Diamond Dogs, pero yo les veo más sureños y menos cazalleros que los Dogs.
La fuerza que transmiten en directo es desbordante y es que con ese repertorio muy mal lo tendrían que hacer para no levantar al público, de hecho, los asistentes al concierto no pararon de saltar durante toda la noche, siendo, con diferencia, uno de los shows en que la simbiosis banda-público fue más palpable, lo cual hizo subir la temperatura en la sala bastante.
Algo que hace que el ritmo del concierto no decaiga nunca es que se repartan las tareas vocales Alin Riabouckhin (también guitarrista) y Gustav Sjödin ( también al bajo), el primero con una voz más visceral y rockera (en una tesitura Faces) y el segundo con una voz más aguda. Esto le da al grupo una amplitud de registros posibles que otros grupos con una sola voz no poseen, aparte de que a la hora de los coros todo es más fácil y fluido.
El set list del show lo basan fundamentalmente en su último disco, del que caen los mejores temas, la marchosa «C´mon» (que abría su última obra), «Working hard for the money» (una maravilla mejorada con su versión en directo), la magnífica «Everybody needs somebody to love» (la más Crowe de todas) o la balada «Woman» que atesora un sentimiento setentero increíble. También incluyen otros cortes fuera de este disco que no desentonaron en absoluto.
La comunión del público con la banda fue casi total, cantando coros en varios temas a requerimiento del grupo, señal de que la gente y la propia banda se lo estaban pasando bien.
Después de una hora de concierto la banda se retiró para volver a salir cuando fue requerida por el respetable. Hicieron tres bises, el segundo de los cuales fue una magnífica versión de «Hush», tema que popularizaron Deep Purple en sus primeros tiempos y con el que la gente disfrutó muchísimo.
El desempeño de la banda fue solvente en todo momento y no hay un pero que poner a nada de lo que pasó esa noche. Sólo queda esperar que pronto vuelvan por nuestras tierras para traernos otros rato de buen y añejo rock and roll. Yo, si nada me lo impide, volveré a estar.