“Sin duda uno de los mejores discos de Hard Rock melódico del año.”

Crítica escrita por Luishard

Amigos de Dioses del Metal, hace ya tiempo que decidí, para evitar el tedio y la frustración, sentirme cuando reseño discos como un descubridor aventurero, como aquellos caballeros del rey Arturo que emprendieron la búsqueda del Santo Grial. Así, siempre que cargo un nuevo disco en mi mp3 y empiezo a sentir la música, dejando que mi sistema auditivo empiece a mandar órdenes a mis dedos, estoy sumamente atento por si ha llegado uno de los elegidos. 

Y he aquí que por fin y seguro que no será el primero, me he encontrado con uno, el álbum homónimo de Fredy Fresquet. ¿Tan bueno es?, os podréis preguntar, y yo contestaros: “es distinto, ha conseguido que en cada escucha y han sido varias, se me ericen los pelos de los brazos, por la cantidad de sentimientos y matices que trasmiten las canciones”. No os engaño, no hay pegada brutal Heavy ni tampoco Rock demoledor, la cuestión es otra. Tiene el gancho suficiente, para que sin deslizarse al inframundo comercial del Pop Rock, te absorba un océano de pegadizas melodías.

La portada ya es harina de otro costal y seguro que se habrá comentado alguna vez, así que solo diré un par de cosas. Mejorable, porque no dice nada, por lo menos a mí, y la segunda es que me he ido a comprobar el fogonazo de memoria y es parecida a la parte superior del CD Jugulator, de los Judas Priest. Fondo negro ambos, ésta con el mismo tipo de figura rectilínea de trazos abiertos y la que comentamos cerrados, curioso.

Autoeditado y grabado en los estudios BCN ARTS y STICK ESTUDIOS, propiedad de Roger y Javier, ambos componentes del grupo, según nos cuentan ha sido lo más fácil, sí es que hay algo así hoy en día en el mundo de la música. Diez temas, perfectamente distribuidos, de éste su primer álbum, escritos y arreglados por Fredy Fresquet, guitarrista y teclista de mis añorados Banzai y también líder del proyecto de blues Fredy Fresquet and The Red Light, en los que ha conseguido destilar y trasmitir en cada segundo, en cada decibelio, ilusión, entrega, esfuerzo y  buen hacer, es resumen, como dijeron los Sencillos “bonito es”.  

Todo envuelto entre los matices más añejos del Hard Rock nacional, con melodías tan pegadizas como el alquitrán caliente, letras llenas de alma, trabajados estribillos, con sonidos directos y sin estridencias, porque aquí todo se siente muy real, incluido esos punteos hechos por y para los rockeros de siempre. Ritmos variados, alternando partes más alegres con otras rebosantes de sentimiento, con una calidad más que aceptable. Toda la instrumentación va como por un tobogán de nieve y tan solo en alguna frase de las letras, ésta encuentra algún encaje forzado. Javier Bruque es parte importante de lo que os va a llegar, voz clara, con una agradable opacidad y con un deje de carraspeo, líder en frecuencias medias, ligeramente rugosa cuando hay que apretar puños y sin miedo a los agudos, envuelve todo en un manto de credibilidad.

Con alegría comienza Hasta el final, buen tema de inicio, tiene un ritmo ligero y con “noooooo dudes más, que pase lo que pase llegaré hasta el final” y esos graves acordes de seis cuerdas sientes que ya te ha enganchado. En Cruzar la vía el bajo es prominente, golpeándote el esternón, con Fredy arañando el cordaje sacando pegadizos sonidos y un punteo de órdago. Por cierto, que bien suena hasta aquí las baquetas, bien por Roger. Mucho más Rollo y Roca en Porque todo siga igual, tema de más de 9 puntos, si no te engancha la melodía es que estás muerto, si no cabeceas con ese ritmo entonces eres un zombi, con estribillo facilón y de rémora, ¡¡temblad escenarios!!.

La entrada de Volver a ser un niño me ha hecho sentir como si fuera Balboa subiendo las escaleras al amanecer, más profundidad en esos riffs, nos habla sobre la nostalgia por la niñez, curiosa participación de voces de querubines en el estribillo y en el final. Sabiendo que Cándida es una joya, es la que menos me ha gustado porque me ha entristecido, casi se me saltan mis lágrimas de Metal, casi. Gran historia sobre una mujer abandonada por su amor, sin motivo aparente, el alcohol y su cuerpo donado al Dios dinero terminan por destruirla. Menos mal que los alegres teclados de inicio de Luz Verde te despiertan de súbito de la melancolía, en una pista potente y con el vocalista dando un recital, ¿notas como cimbrean esas cuerdas vocales en ebullición?.

Serpientes vuelve a ir a un tempo más lento, guitarra y teclados te masajean, quizás demasiado para estar jugueteando entre ofidios, tiene un estribillo largo y trabajado. Y otro temazo más, Pisar firme, con uno de los mejores estribillos y festival de riffs de pura Roca, recorriendo  una melodía pegadiza con punteo grave de los buenos. Entrada a puro Hard Duro en Nadie, ¡¡como suena esa guitarra!!, el ambiente y voz desplegado antes del estribillo me ha recordado al fallecido Antonio Flores. Lástima que todo tenga un final, al que llegamos con Nunca más, bien elegida porque tiene garra, con atmósfera muy a los Barones, en una conjunción de cuerdas brutal.

Partiendo de la base que el diez está reservado a discos míticos de otras épocas y que mantener una media de más de nueve en todos los temas es casi imposible, le voy a dar a este esplendido trabajo un merecido 8,9 puntos sobre diez. Un saludo metálico a todos.

Canciones

  1. Hasta el final
  2. Cruzar la vía
  3. Porque todo siga igual
  4. Volver a ser un niño
  5. Cándida
  6. Luz Verde
  7. Serpientes
  8. Pisar firme
  9. Nadie 
  10. Nunca más 

Componentes

  • Javier Bruque. Voz
  • Fredy Fresquet. Guitarra, teclas y voces
  • Valen Llopis. Bajo
  • Roger Guardia. Batería

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