Glenn Hughes el gran triunfador del crucero.
Por Rockberto.
Como he dejado claro en varios comentarios anteriores, el día anterior había terminado agotado, terminando la jornada a la una y media de la madrugada. Además, ese día, el barco paraba en Cozumel (Méjico) y pensábamos bajar a ver un poco la ciudad, y así hicimos. Nos levantamos prontito para aprovechar el desayuno y nos pegamos una caminata entre la ida y la vuelta de unos 17 kilómetros, regada entre medias por una cervecita en un chiringuito al lado de la playa, por lo que imaginaos el descanso que tuve 🙂
A las 14:30 más o menos llegamos al barco para comer y prepararnos para otro de los conciertos esperados del día, nada menos que Ritchie Kotzen.
Era la primera parada en tierra firme y eso creo que influyó bastante en que el teatro ni siquiera se llenase a la mitad.
La banda se presentaba en formato trío con Dylan Wilson al bajo y Daniel A. Poltruch a la batería, además de, por supuesto Mr. Kotzen a la guitarra.
El grado de compenetración de los tres fue impresionante, ofreciendo un concierto que sólo es apto para paladares exquisitos.
Aquí no vas a tener a tres guitarras al frente en actitud heavy, para eso ya están Accept y lo hacen de cine. Lo de este tipo es de Delicatessen y cómo acaricia su guitarra con sus dedos (sí, toca sin púa) es una delicia para el oído. Si además se rodea de músicos tan sublimes como él, pues imaginaos.
Y es que aunque la estrella es Ritchie, también deja espacio para que se luzcan los demás, y bien que lo hacen, con una técnica espectacular.
El show lo iniciaron con “Bad situation”, pero los momentos más increíbles del show para mí fueron cuando atacó “War paint”, la preciosa “Love is blind” y mi favorita, “Help me”, en la que Kotzen saca a relucir esos agudos que a mí siempre me han recordado a Prince.
En mi chapucero inglés me pareció entender que hacía tiempo que no hacía shows de este tipo y que estaba nervioso por cómo podría salir el show… Pues menos mal, porque igual si está relajado no le sale mejor 🙂
La calma de “Dogs” dio paso la experimentación con los estilos de la fantástica “Peace sign”, finalizando con “You can´t save me” dejando a todos los asistentes con ganas de más, pero ya se sabe que las limitaciones de tiempo son insalvables, salvo para los siguientes de los que voy a hablar.
La palabra para definir este show sería “alma”, que es lo que pone Ritchie en cada nota que ofrece con su guitarra o con su garganta, que unas veces aparece como bluesy y otras como soul. No es el tipo más expresivo sobre el escenario, ni falta que hace, pero lo que transmite es bestial.
Era unos de los momentos más esperados por nosotros, ver en directo a Extreme era una de las muchas causas por las que yo estaba allí y la verdad es que no nos defraudaron en absoluto. El show fue en la cubierta y eso a veces es un problema.
En este caso las ráfagas de viento al haber zarpado ya el barco y encontrarnos en alta mar hicieron que el sonido del concierto se resintiese no en pocas ocasiones.
¡¡¡Daba igual!!!, lo tíos de Extreme nos machacaron a todos con el setlist más largo de todos, 15 temas para un total de hora y media de show. No me digáis por qué fue así, pero lo cierto es que mientras otras bandas preguntaban a un lado del escenario que cuánto tiempo tenían por si podían hacer una o dos canciones más, Extreme se alargaron sin problema hasta tocar media hora más que los demás.
“Rebel” de su nuevo y gran disco “Six” seguía la buena marcha que se refrendó con los vientos iniciales de la fantástica “Rest in peace”.
De su disco debut tocaron “Kid ego”, que dio paso a otro tema nuevo, el maravilloso “Other side of the rainbow”, que seguro va a ser un fijo en sus futuros conciertos.
“Hole hearted” seguía la onda un poco de “Other side…” en cuanto a intensidad atenuada, saltando por los aires con la siguiente canción “Cupid´s dead” y su aire rappero.
De aquí y casi hasta el final el lucimiento de Nuno fue absoluto con “Midnite express” a la acústica y la filigrana shredder de “Flight of the wounded bumblebee”, entre las que intercalaron su archiconocido “More than words” que, por supuesto, coreó todo el mundo hasta la extenuación.
El bajo y la batería, magníficos ambos, de Pat Badger (simpático durante el show) y de un más que asentado ya Kevin Figuerido daban paso a uno de los puntos álgidos (y van…) del concierto, la celebérrima “Get the funk out”, que fue el despelote absoluto entre los asistentes y la propia banda, que se dio cuenta de la que estaban liando.
Finalizaron con “Rise”, uno de los singles de su último disco, que están promocionando, un tema muy inspirado y con unas guitarras matadoras de Nuno y requiebros vocales, registro este que maneja a la perfección Gary Cherone.
Sólo un pero al concierto, que no tocasen una de las mejores canciones que tienen y que a mí me encanta, “Li´l Jack horny”, toda una delicatessen que se quedó en el olvido. En fin… no se puede tener todo.
No sé si fue el concierto fue totalmente redondo porque el sonido no nos lo dejó claro por las in-clemencias del tiempo, pero lo que sí está claro es que esta banda sabe cómo hacer vibrar a la gente y, lo que es más difícil, con una mezcla de estilos que podría ser un problema para ellos, pero…no lo es.
Otro de los mejores conciertos del crucero.
Un rato después de Extreme nos esperaba uno de los platos fuertes este viaje, ni más ni menos que Glenn Hughes.
Otra vez tocaba la piscina y para esa hora (eran las 8:30 PM ya se había echado encima la noche) el viento había dejado de soplar como lo hizo con los de Gary y Nuno.
Esta vez conseguimos un sitio privilegiado donde podíamos ver todo perfectamente y no perdernos ni un solo detalle de lo que ocurría en el escenario.
La verdad es que la carrera de este hombre es tan extensa que yo, por lo menos, no lo he abarcado todo ni mucho menos, pero este show estaba basado en sus grandes logros con Deep Purple y eso era un incentivo para todos los que nos reuníamos allí, que ya peinábamos canas la mayoría, y el que no es que se tiñe 🙂
En lo primero que me fijé, antes de comenzar el show, es que cerca de nosotros se encontraba Rudy Sarzo para disfrutar del show. Esto es una de las mejores cosas de este tipo de cruceros, que ves a los músicos apoyándose unos a otros.
Glenn comenzó el show son “Stormbringer”, toda una apisonadora sonora en la que se lució a la guitarra Soren Andersen, que no dejó de esbozar una sonrisa durante la hora de performance, demostrando que estaba disfrutando el momento.
Los primeros sonidos del teclado de Bob Fridzema (espectacular toda la noche también) nos llevaban a un éxtasis colectivo con “Might just take your life”. Había literalmente algunas personas en las primeras filas del show que estaban viviendo lo que oían como una liturgia, en la que Hughes era el maestro de ceremonias.
“Sail away” dio paso a uno de los momentos más emotivos de todo el crucero, “Mistreated”, en el que Glenn elevó su voz a unos niveles que muy pocos pueden y máxime si tenemos en cuenta que este hombre ya ha cumplido los 72 años, una verdadera pasada.
Entre canción y canción Glenn, además de agradecer la acogida a la gente, contaba alguna que otra anécdota con esa voz suave que contrasta con la que sale de su garganta cuando llega a esos agudos imposibles.
He mencionado a todos los componentes de la banda menos al batería Ash Sheehan, y sería injusto no decir que se marcó un concierto certero y perfecto. “Gettin´ tighter” permitió el lucimiento de Glenn con su bajo y a Soren con su guitarra.
Para el final dejaron dos momentos alucinantes. La tremenda “You keep on moving” que resonó en la cubierta como lo que es, una obra maestra que aúna en una canción el soul y el rock. Una delicia para paladares exquisitos.
Y se despedían de todo el mundo con lo que todos esperábamos, el tema por excelencia de la época Coverdale/Hughes en Purple, “Burn”, un torrente de energía desbocada donde la garganta de nuestro protagonista se desgañitó en agudos imposibles que tienden un puente a los asistentes para llegar a un éxtasis colectivo en el que todos nos mirábamos atónitos (y no exagero lo más mínimo) pensando que de dónde había salido ese extraterrestre.
Todo se había evaporado en siete canciones. Lo que en otros conciertos nos hubiese parecido un hurto por privarnos de repertorio aquí nos pareció extraordinario (por lo menos a mí).
En conciertos del día siguiente y del posterior, los propios artistas comentaban el conciertazo que se había marcado Glenn y es que lo de este hombre no tiene parangón. Para mí, dentro de un cartel espectacular donde hemos vivido grandes conciertos, el vencedor a los puntos sin duda fue Glenn Hughes.
Después de semejante demostración de fuerza nos retiramos para cenar y descansar. El cansancio ya hacía mella en nosotros y todavía quedaban dos días por delante.